junio 15, 2013

La ciudad de las maravillas: Pinche payaso



Pinche payaso

 
Ese pinche payaso ya se merecía lo que se le vino encima. Se lo ganó a pulso por su forma de trabajar. Lo primero que hace es hablarle con cariño a un niño, una vez que el niño lo mira, el payaso saca un globo y lo infla rápidamente, lo moldea para que tome la forma de una espada o de una flor, según el sexo del pequeño (aunque a veces los listillos piden el que supuestamente le corresponde al otro sexo; son más listos que tú), y cuando el niño toma el globo, el payaso le dice:
     —Dile a tu papi o mami que sólo son diez pesos.
     ¡Hijo de su puta madre! Ningún papi y ninguna mami (de los de verdad, no de los que lo son por pendejos) quiere que sus hijos sufran, y en vez de decirle al pinche payaso que chingue a su madre, le ofrecen el dinero.
     Por eso me alegró mucho cuando el pinche payaso se quiso ligar a mi “amiga” Carmen. “Ella” le dijo que sí, se fueron al hotel y ahí, Carmen le mostró la sorpresa y el pinche payaso lleva ya dos días sin poder sentarse.

junio 14, 2013

Las fábulas del idiota - Paletas de cajeta


Foto robada de: chilango.com

Paletas de cajeta


El viejito abordó la unidad y comenzó a recitar su desanimado mantra:
     —Lleve sus paletas de cajeta, una, dos pesos, tres por cinco. Es la deliciosa paleta de caramelo macizo sabor cajeta…
     No vendió ni una sola. Llevaba todo el día abordando microbuses y camiones, pero nadie compraba sus paletas de cajeta. A nadie le gustaban. Lo peor del caso es que había  invertido todo su dinero en una bolsa de tres kilos, y si no vendía, no sabía qué iba a hacer.
     Quiso probar suerte en el metro, pero no había recorrido aún cuatro vagones (sin vender) cuando le cayó la mafia del DF, es decir, el GDF. Los agentes le pidieron entre empujones que se retirara y él lo hizo. El viejito se preguntó por qué no sacaban también a los demás vendedores, los que tenían la estación (Garibaldi, línea 8) convertida en un tianguis sobre ruedas. No conformes con vender sobre los pasillos que llevan al andén, habían colocado mesas y mostradores donde exhibían sus productos.
     Siguió abordando microbuses durante un rato, para intentar vender, aunque tenía pocas esperanzas, y también para acercarse a su casa. Con veinte pesos podría comprar un paquete de chicles y recuperarse en ventas. “No sé por qué compré estas paletas”.
     Comenzó a llover antes de llegar al paradero, hizo los últimos veinte minutos caminando. Es seguro que se va a enfermar y mañana no podrá salir a trabajar.