julio 15, 2012

Una de esas tardes en el seguro

Andy Warhol Big Electric Chair 1967

Para no hacer la historia larga, sólo diré que cada año debo ir a una revisión en el hospital de traumatología de Lomas Verdes. Uno no está exento de tener olvidos, así que la única vez que dejé pasar mi cita y traté de reprogramarla, me enfrenté con el infierno burocrático del seguro social mexicano (ni en una ficción kafkiana sería tan perfecto y tan terrible): debía solicitar un pase en el hospital de zona, pero para obtener ese pase debía acudir antes a la clínica de mi localidad. En la clínica debía solicitar una cita para consulta, en la cual la doctora me tendría que valorar para poder enviarme al hospital de zona; los trámites para conseguir esa primera cita eran más complicados que los que le pedirían a un ex-convicto noruego naturalizado mexicano, para adoptar a una niña de cinco años en Tamaulipas; pero qué remedio, tenía que hacerlo o resignarme a terminar en una silla de ruedas.
     En la ventanilla de recepción del carnet me indicaron que debía ir a al archivo a solicitar mi expediente, en el archivo me dijeron que debía ir a la oficina de gobierno a que me autorizaran la solicitud de archivo, en gobierno me enviaron de nuevo a la primera ventanilla para solicitar el sello de vigencia del carnet, y entre vuelta y vuelta alcancé a ver una dorada cabellera. Sí, estaba seguro, se trataba de Yareli, una antigua novia de secundaria.
     Mientras esperaba a que la fila del archivo avanzara, me hundí en los recuerdos: después de la fractura y una temporada en el hospital y luego en cama pero ya en casa, regresé a la escuela. Usar muletas era un martirio para un niño de trece años, pero tenía su lado bueno: los lunes tenía permiso de saltarme los honores a la bandera porque el médico me había prohibido permanecer de pie más de quince minutos, además, siempre podía disfrutar de la compañía de Yareli, a quien el director enviaba a que me acompañara en el aula mientras el resto de la escuela cantaba himnos y juramentos en los que no creían.
     Pues sí, mi primera relación sexual fue en el aula, con Yareli. No sé cómo me las arreglé, pero ahí estábamos, encima del escritorio. Resultó terrible, y ambos nos sentíamos ridículos, pero al mismo tiempo era satisfactorio saber que ya no éramos uno novatos en el amor carnal. Y cada lunes a partir de entonces y hasta graduarnos, repetimos la sesión y nos volvimos unos expertos. Después de la graduación, Yareli terminó conmigo, pues su familia se mudaba a Querétaro o Guanajuato, alguno de ésos.
     Y ahora está ahí, en la misma sala que yo, esperando su consulta, seguramente. ¿Cuándo habrá vuelto a la ciudad? Pienso que me acercaré a saludarla, ¿me reconocerá? Pero no sé qué decirle. Hola, cómo te va, me va bien, y a ti, también. Me preguntará a qué me dedico, y le diré que soy promotor cultural y que tengo un taller de creación literaria, eso le parecerá poca cosa, seguro. Entonces le diré que también soy escritor, y me preguntará cuánto gano con mis cuentos y artículos, y le diré que con algunos nada, y con otros, muy poco. Y mientras camino y paso detrás de ella, para entregar un documento a la ventana correspondiente, sé que ella recordará lo que decían nuestros profesores acerca de mí y del gran futuro que tenía delante y pensará que defraudé a todos, y no podrá entender lo importante que es la escritura para mí, que no se trata del dinero; no lo comprenderá porque es mexicana y casi todos los mexicanos tienen la idea de que lo más importante en la vida de uno es ser exitoso y ser exitoso para la mayoría significa tener un empleo muy bien remunerado, tener una casa, estar casado y con hijos y perros y carros, una hipoteca, una amante, vacaciones en Acapulco o Cancún o fuera del país según lo bien remunerado del trabajo de uno, y todas esas cosas que a mí nunca me interesaron, excepto tal vez por la amante.
     Cuando la gobernadora ha colocado su firma sobre mi papel, pienso que quizá estoy siendo injusto: nada me garantiza que Yareli sea una mujer frívola, tal vez ella sea capaz de interesarse por algo más que telenovelas y los gramos que gana o pierde según lo que come y las visitas al gimnasio. Sí, después de todo ella era una de las alumnas más listas de la escuela, y nos entendíamos bien cuando éramos unos escuincles llenos de hormonas y energías para ser utilizadas. Entonces le hablaré, la saludaré, le preguntaré si vive por aquí, platicaré un rato con ella y quizá espere a que salga de su consulta, o le pediré que me espere ella, según, y podremos tomar un café en la cafetería de la clínica. Sí, eso haré.
     Me acerco a su silla, pero Yareli ya no está ahí. Tal vez vuelva a verla por aquí la próxima vez que tenga que solicitar una nueva cita.

julio 07, 2012

Poema

Gerhard Richter (Ger)  Gegenüberstellung 3  Confrontation 3  1988

He despilfarrado tres juventudes. Me queda una.
Para esta última tengo un plan de acción:
    La marcha, el grito, la pinta,
    la protesta, la consigna, el rencor...
Porque cuando esté viejo
quiero estar limpio y quiero estar en paz.
En paz con mis libros, con mis discos.
En paz con mis amigos y con el mundo.
En paz
y sin enemigos.

Ciudad de México, 4 de julio de 2012.