febrero 27, 2010

La belleza de la guerra




Autor: Rick Veitch
Título: Army@Love (Army at Love).
Editorial: DC/Vertigo
Año: 2007
Género: Sátira sociopolítica/Guerra





Vuelve a las andadas el iconoclasta Rick Veitch (Swamp Thing, Can't Get No, The Maximortal) con una miniserie de guerra, escrita y dibujada por él mismo (con tintas de Gary Erskine, colores de Jose Villarrubia, letras de Travis Lanham, editada por la siempre genial Karen Berger).

La historia de Army@Love se ubica tanto en el imaginario Afbaghistan como en los suburbios de Estados Unidos, con algunas escenas en la también ficticia Mongrolia, y se desarrolla en un futuro cercano, cuando el Ejército Norteamericano le hace la guerra al país oriental (aunque nunca se especifican las razones del conflicto, lo más probable es que se trate de una simple invasión para apoderarse del territorio y sus riquezas; ¿acaso USA conoce otro tipo de guerras en la era moderna?), pero como es tradicional en la narrativa de Roarin’ Rick, el contexto funciona como alegoría de la realidad, mientras que las distintas capas narrativas, que vienen representadas por cada uno de los personajes (ninguno de los cuales es propiamente protagonista o secundario) y la idiosincrasia de cada región retratada, permean esa realidad, modificándola, a veces desgarrándola, provocando ese delicioso caos del cual él es un maestro.




No revelaré los secretos de esta cautivante e hilarante historia de guerra, traición, sexo y frivolidad, sólo comentaré algunos de sus aspectos básicos para despertar el interés en el lector potencial.

EUA en guerra contra un pequeño país oriental. El ejército americano se ve fortalecido por la incorporación de muchos jóvenes voluntarios. La mecánica detrás de tantos reclutamientos, es algo que se ha dado en llamar “Hot Zone Club”, y que básicamente es un club ficticio al que sólo pertenecen aquellos que han tenido sexo salvaje en el campo de batalla durante una operación riesgosa (o sea, coger al cobijo de las balas).

Uno de nuestros personajes es un traficante que fotocopia billetes y va engañando a medio mundo, que trata de matarlo, pero que siempre consigue escapar. Su esposa es soldado y está luchando mientras él se ha quedado en casa. Ella conoce a un recluta/mago, que le resulta atractivo, y mientras están siendo emboscados en un edificio, a ella se le antoja tener sexo con él, y para convencerlo se inventa al momento todo el “Hot Zone Club”. Y eso ocurre apenas en las primeras 10 páginas del primer tomo (son 12).




Si quieres una buena lectura, con buen arte, muchas risas y mucha reflexión en torno a la condición actual de la política gringa y mundial, no deberías dejar de leer este trabajo. Te costará alrededor de 350 pesos juntar los 12 números, pero eso mismo cuestan esos libros todos mal escritos que tanto te gustan de Vampiros Emos Adolescentes Crepusculares y ni siquiera tienen dibujitos.

Si al terminar Army@Love no estás de acuerdo conmigo en que es una obra excelente, miéntame la madre a creatica_deconstruccion@yahoo.com. Si, en cambio, crees que ha valido el esfuerzo, recompénsame dejando un comentario.




{La siguiente información no pertenece a esta entrada; si está aquí, es sólo por presumir; claro, también puede servir como una lista de recomendaciones de cosas que ni siquiera sabías que existían}

Leyendo: Michael Moorcock et al. Peón del Caos: Relatos del campeón eterno
Leyendo: Peter Milligan. Shade the Changing Man.
Releyendo: Grant Morrison. The Invisibles.
Terminado: Fedor Dostoievski. Memorias del Subsuelo.
Escuchando: Tom Waits. Alice.
Escuchando: The Eden House. Smoke & Mirrors.
Redescubriendo: Lou Reed. Ecstasy.
Redescubriendo: David J & Alan Moore. V for Vendetta.
Películas recién vistas: Kim Ki Duk. Bad Guy.
Películas recién vistas: Slava Tsuckerman. Liquid Sky.

febrero 24, 2010

Swamped!




Alan Moore y Rick Veitch: Cosas del Pantano


Peter Milligan: “Los símbolos deberían representar algo, luego, antes de derrumbarse, deberían desaparecer, dejando un espacio vacío que pueda ser llenado con el desastroso caos de nuestros sueños”. Estas palabras fueron escritas en el segundo número del segundo volumen de Shade the Changing Man (titulado: “Who shot JFK? the Unreal story”, y se refería a John Fitzgerald Kennedy y su asesinato para impedir que se convirtiera en el símbolo que estaba destinado a ser.

La etapa en que Alan Moore y Rick Veitch escribieron y recrearon “La cosa del pantano” terminó abruptamente, cuando el cómic podía haberse convertido en la obra más grande de todos los tiempos. Primero, Alan Moore, en 1984, en los primeros tres números que escribió, no sólo creó algunas de las historias más memorables de los cómics, sino que cambió para siempre el destino de la industria, al eliminar (al menos en parte) la noción de que los cómics eran para niños; “The saga of the Swamp Thing” pasó de ser un cómic de terror con monstruos, a una obra madura de suspenso sofisticado, donde se tocaban temas universales, como el amor, el odio, el peligro de la tecnología, el poder del dinero y la política y, por supuesto, el miedo.

Su prosa, rica en texturas, incorporó una narrativa poética más propia de la literatura de arte que de la literatura de entretenimiento. ¿Cómics de arte? Tal vez eso no impresione hoy en día, pero durante la primera mitad de los 80, era un concepto extraordinario, revolucionario. Es precisamente a Alan Moore a quien debemos (y no es poca cosa) que los cómics dejaran de ser únicamente literatura barata para niños y adolescentes inmaduros, donde lo más importante era el dibujo de hombres súper-musculosos y mujeres semidesnudas, que mediante métodos violentos protegían al mundo de violentos villanos súper-musculosos y villanas semidesnudas. Las cuatro obras fundamentales con las que Moore cambió la historia son: Watchmen, Miracleman, V for Vendetta y, por supuesto, Swamp Thing.

En 1974, cuando Len Wein y Berni Wrightson crearon a la Cosa del Pantano, ellos, como todo el mundo, pensaron que se trataba de un hombre (Alex Olsen) que, por un experimento fallido, se había transformado en un monstruo con características vegetales. Más tarde, la historia que originalmente ocupaba sólo 8 páginas (“House of Secrets” no. 92; 1971), se convirtió en una revista mensual, de 24 páginas (“Swamp Thing” no. 1; 1971). Un nuevo personaje, Alec Holland, científico también, sufre un atentado contra su vida, donde su esposa Linda fallece. Holland, bañado en su fórmula de restauración para plantas, cubierto en llamas, se arroja a los pantanos de Luisiana, y más tarde regresa convertido en el monstruo vegetal.

Cuando una década después le tocó su turno a Alan Moore de contar la historia, nos demostró que tanto Wein como Wrightson como todos los lectores y creadores pretéritos, estaban equivocados. Alec Holland sí había muerto en el pantano; lo que más tarde se levantó de su lecho cenagoso no era un hombre ni nunca lo había sido; el pantano mismo dio a luz a un ser que de alguna forma absorbió los recuerdos de Holland, y que durante varios años erró en busca de volver a ser hombre, algo que nunca conseguiría porque nunca lo había sido.

En una de las primeras historias de Moore, Jason Woodrue, “the Floronic Man”, descubre que la cosa del pantano no tenía nada humano, y Moore nos va revelando más y más de ese descubrimiento, hasta que nos enteramos de que se trataba de un ser elemental, un semidiós que tenía la misión de proteger a la naturaleza. Estos eventos quedaron registrados en el relato titulado “the Anathomy Lesson”, que es considerado por unanimidad la mejor historia jamás escrita en “Swamp Thing”. Y eso tan sólo es la primicia central de a penas el primer arco argumental de Moore; son todos los detalles, todos los personajes, mayores y menores, las historias, lo que está entre líneas, lo que hicieron de “Swamp Thing” una obra revolucionaria.

Alan Moore, el más grande escritor de la industria sin duda alguna, no sólo transformó a los cómics; también sus lectores cambiaron. De ser entes que automáticamente alababan al dibujante en turno, se convirtieron (lamentablemente no todos; y las nuevas generaciones parecen volver a ser como aquellos zombies) en personas analíticas, que ponían atención tanto al arte del libro como a la narrativa y a la estética de la misma. Con Alan Moore, el escritor se convirtió en la parte más importante del proceso creativo del cómic. El artista, quien siempre había sido la razón por la que la mayoría leía cómics, ahora era el acompañante, pero su papel, en lugar de devaluarse, se fortaleció. Ya no sólo tenía que dibujar bien; ahora tenía que dibujar bien siguiendo las indicaciones de un escritor, sin que hubiera una incoherencia entre lo escrito y lo dibujado. Afortunadamente, “Swamp Thing” siempre contó con artistas de primer nivel (en otros, Berni Wrightson, Tom Yeates, John Totleben, Stephen Bissette y Rick Veitch).

Pero nada es para siempre, y más temprano que tarde, Alan Moore se fue y el pantano se quedó solo y triste. O eso parecía, porque inmediatamente tras su partida, la creación de los guiones del cómic quedó en manos del hoy legendario Rick Veitch. Pero, un momento, ¿no era Rick Veitch el dibujante? Oh, sí, lo era. Y lo siguió siendo durante casi todo el tiempo que escribió. Los lectores por supuesto no sabían qué esperar. Veitch dibujaba una maravillosa cosa del pantano, y ya había demostrado que era un buen guionista también. La pregunta no era si podía escribir “Swamp Thing”, sino si podría mantener el nivel de excelencia que había alcanzado Alan Moore.

Rick Veitch también utilizó una narrativa poética, heredada de Moore, lo que ayudó a darle coherencia a la historia de Alec Holland, pero sus relatos abandonaron en gran medida el horror gótico, y añadieron más elementos de ciencia ficción y horror moderno (para un ejemplo, verse las historias de “Gargles in the Rat Race Choir” y “Fear of Flying”; en ellas, vemos primero a una enloquecida cosa del pantano falsa conduciendo un automóvil con sus dos tripulantes asustados, algo que ni siquiera Moore hubiera imaginado, y después, un hombre al que le dan miedo los aviones pero que se ve obligado a tomar uno aún cuando todos los indicios anuncia que se estrellará y, efectivamente, se estrella; luego, un harapiento John Constantine, creación de Moore, reprende a Alec. Eso es puro genio.)

Así que, en corto, Veitch demostró que era tan buen guionista como Alan Moore; incluso algunas de sus historias (“Infernal Triangles”, “Fear of Flying”, “One flew over the cuckoos nest”, Wild Thing”, “Gargles in the Rat Race Choir”) se consideran incluso superiores a varias del propio Moore.

El último arco argumental que escribió Veitch fue una larga aventura por el tiempo, en la que descubrimos que Swamp Thing es su propio padre (la magia de la literatura que permite esa clase de paradojas). Para esta aventura, Veitch escribió un guión en el cual la cosa conocería a Cristo, guión que primero fue aceptado, pero posteriormente, cuando iba a comenzar a ilustrarse, fue censurado por Jenette Kahn, presidenta de DC Comics. Veitch renunció a la compañía, con la advertencia de no volver a trabajar para ella (DC) hasta que su historia fuera publicada (lo cual no ha sucedido aún; sin embargo, Rick Veitch ha vuelto a escribir para DC). El encargado de completar el arco que Veitch dejó inconcluso fue un tal Doug Wheeler, un escritor que realmente no aportó nada, sino que destruyó casi por completo la magia de “Swamp Thing”. Pero eso no nos concierte.

La partida de Moore y especialmente la de Veitch de las páginas de “Swamp Thing” dejaron un hueco que nunca sería llenado. Alan Moore abandonó cuando creyó que era un buen momento, aunque muy prematuramente aún; Rick Veitch se fue por defender su ética.

Nunca sabremos que hubiera sido de “Swamp Thing” si las cosas hubieran sucedido de forma diferente. Nunca sabremos a ciencia cierta lo que Veitch planeaba hacer con Holland y sus amigos. Pero una cosa es cierta: la salida de ambos los convirtió en leyendas del medio, en símbolos de lo que significa se un artista del cómic, de lo que significa la dignidad y la ética.

Por ello, siempre serán recordados como las más grandes cosas del pantano que hayan pisado esta cenagosa tierra.

¡Salud!