mayo 06, 2008

5 relatos novedosos de serenidad fortuita 5






De sacrificios


Detesto a los mayas. Su religión era una blasfemia cruel y malvada. Sacrificios humanos y derramamientos de sangre. Los dioses mayas eran malignos, exigían sacrificios una y otra vez. Por eso me gusta ser cristiano. Un sacrificio humano bastó para tener contento de por vida a nuestro dios.


Disección

Mínima deconstrucción a un motivo de Poppy Z. Brite, de la novela Lost Souls?
Su padre amaba diseccionar cosas. Atrapaba ranas y ratones y los partía por la mitad, exponiendo sus tripas y pequeños cerebros. En los periódicos se escribía últimamente de algunas extrañas desapariciones humanas que habían tenido lugar en el pueblo: dos hombres y un niño. Su padre leía ávidamente esos artículos, posiblemente si ella se asomara al sótano, que servía de laboratorio para su padre, encontraría los cuerpos diseccionados de esos tres, pero cuando el periódico anunció una cuarta desaparición, la de ella, sus probabilidades de echar un vistazo allí se habían desvanecido.


El último hombre
Soy el último hombre sobre la tierra y tengo miedo. Durante años he buscado rastros de otro ser humano vivo, sin éxito. Es definitivo, no hay nadie más en el mundo. Estoy solo y tengo miedo, pues hoy, en el callejón detrás de mi casa, vi una sombra que se movía.


Invasión extraterrestre
La invasión comenzó una noche, en un suburbio típico de los Estados Unidos de Norteamérica, y allí mismo terminó. Un hombre gris y apático, oficinista genérico, tuvo una idea brillante, y pronto se extendió a todo el mundo.

–Es muy simple –dijo él–, sólo debemos hacernos a la idea de que los extraterrestres no existen.

Y los extraterrestres dejaron de existir.


Los rostros
Estoy en la cama tratando de dormir, pero no puedo. En la oscuridad hay rostros que me observan. Cierro los ojos para que desaparezcan, pero cuando los abro, los rostros siguen allí, aunque ahora están un poco más cerca. Me miran fijamente, me estudian, y puedo escucharlos mientras se arrastran bajo la cama, o por las paredes. No veo sus manos ni sus cuerpos, pero sé que están allí. Veo sus ojos. Siento el roce de sus dedos sobre la sábanas, y sé que pronto estarán encima de mí. No puedo contener el grito; lo dejo escapar, y en pocos segundos mi habitación se ilumina. Es mamá.


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