marzo 28, 2008

En Recuerdo de Rozz Williams (RIP 1° abril 1998)


we are like weak flowers
trodden by the step of time

–Macbeth, Forever


Cuando sopla el viento nocturno las flores, en el campo y en la ciudad, se mecen con tristeza. Las amapolas, las rosas, todas las otras flores, danzan con sutiles movimientos. La cadencia de su canción –cantada en lenguaje de vegetales– envuelve las penumbras del campo y la ciudad.

En el mundo no hay espacio para tanto dolor. En el mundo sembraste la semilla del dolor y cosechaste amor, pero el amor te enfermó y te destruyó. Y ahora, nosotros, te hemos sembrado a ti, y el fruto que nació fue el del recuerdo. Es un fruto dulce, pero agrio. No hay amargura, sólo nostalgia. Y cuando tú cantaste de flores, sin saberlo, sembraste una en el corazón de cada uno de nosotros. Y ahora... ahora es nuestro turno de cantar de flores para ti, que te fuiste, quizá con llanto, quizá con un sonrisa amarga.

Pondremos flores, cantaremos canciones, y la suave melancolía que nos legaste será nuestra bandera. Y aunque corran lágrimas por mis ojos, por los ojos de todos, nunca haremos coro de desprecio, sólo amor.

Puede que la vida sea sueño, puede que cada rey tenga o sea un hijo bastardo, puede que cada beso sea de carne y hueso, puede que la boca de una ramera sea perfume y puede que los sueños no acaben con la muerte. Pero si la vida no es sueño y no cada rey es o tiene un hijo bastardo y ningún beso es de carne y hueso y la boca de ninguna ramera es perfume y los sueños acaban con la muerte, no te olvides de ti mismo.




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Rozz Williams, RIP abril 1 de 1998, causa de muerte: suicidio.

Fue el vocalista de la banda Deathrock Christian Death, además de dirigir otros proyectos como Shadow Project, Daucus Karota, Premature Ejaculation, Heltir, entre otros. También se le reconoce como el fundador del estilo Dark Cabaret, con su disco Dream Home Heartache, que grabó en colaboración con Gitane Demone.

La importancia de Rozz Williams en la música es comparable a la de bandas seminales como the Damned o Bauhaus, siendo una de las originadoras de lo que a la postre sería conocido como Gothic Rock, o Deathrock en los Estados Unidos.

A unos pocos días de que se cumpla el décimo aniversario de su muerte, queremos (quiero) rendir un sentido, si bien modesto, homenaje a este hombre, quien aunque desaparecido, sigue vivo en nuestros corazones.


marzo 04, 2008

Sobre El bosque de los prodigios, de RAF




El bosque de los prodigios, bestiario mesoamericano



Se ha dicho varias veces que El bosque de los prodigios (2007), de René Avilés Fabila, es una obra singular, insólita y afortunada, una rareza en las letras, no sólo nacionales, sino en castellano, en donde no es tan habitual el género fantástico (aunque, como en todo, hay grandes excepciones). El mismo René, con su acostumbrado buen humor, mezcla de cinismo e inocencia, dedica algunos elogiosos adjetivos a su libro: magistral, soberbio, genial (esto, en la presentación que se hizo del libro en la XXIX Feria Internacional del Libro del Palacio de Mineria; Ciudad de México). Pero lo que en la mayoría de autores no sería otra cosa que una muestra de pedantería, o en el mejor de los casos, una farsa, en René se trata más un juego, un doble sentido. Por una parte, no parece que él mismo esté totalmente convencido de lo que ha expresado, porque si algo tiene nuestro autor, es humildad, y no parece que esté dispuesto a aceptar que alguna, la que sea, de sus creaciones, pudiera convertirse en obra maestra; por otra parte, es evidente su profundo amor por lo que hace, y cuando alguien ama, ese objeto amoroso se convierte ante nuestros ojos en algo sublime, que merece todos los elogios. Estoy seguro de que Einstein sabía que él era, probablemente, el hombre más inteligente del mundo; reconocerlo, eso se llama sinceridad; hacer de cuenta que no es así, eso es de pusilánimes.

Se ha dicho, también, que El bosque de los prodigios es un libro de enorme erudición, y en la misma medida, de enorme imaginación. Es cierto. En su gestación tuvo presencia un profundo escudriñamiento, una amplia investigación en torno a la fauna mesoamericana; para ello, recurrió a los textos de algunos autores, como Bernal Díaz del Castillo, fray Bernardino de Sahagún o Hernán Cortés (no está de más echar un vistazo a sus Cartas de Relación). Hay datos precisos y totalmente reales en estos seres portentosos que pueblan este bosque. Pero el dato real no es lo que predomina, ni tampoco es el espacio más adecuado desde el cual habrá de leerse este libro. La mayor parte de la obra se construye a partir de la invención pura; en otras palabras, es un texto de ficción.

Muchos lectores estarán tentados a descubrir cuáles elementos de los que conforman El bosque de los prodigios son reales y cuáles son imaginarios. Pero no tiene caso, no hay necesidad de eso. El libro tendría más bien que ser leído para disfrutarse, y no para aprender, aunque no niego un aprendizaje posible, tras el recorrido de esta obra; quiero decir que, si uno pone atención, podrá darse cuenta de que si bien estos maravillosos animales habitan las páginas de este bosque, el hombre aparece allí como una sombra furtiva, que con su exacerbado narcisismo (se cree animal superior), decide quién y qué puede vivir, y quién y qué, no. Pero esta no es una nueva enseñanza, simplemente se trata de una reafirmación (aunque no creo que ello fuera una pretensión de RAF). Así que la sugerencia es no buscar una cualidad moralizante en este texto, sino goce y disfrute, y algunas risas; pero no la estúpida risa de los ángeles, como diría Milan Kundera, sino esa otra risa más profunda e intelectual, esa risa irónica del que se da cuenta de la vacuidad de la existencia, y comienza a sacarle el mejor provecho.


Porque algo que no se ha dicho, al menos no tan abundantemente, sobre El bosque de los prodigios, es que se trata de un libro divertido, humorístico. Pero que el lector no se asuste con esta palabra; el auténtico humor no es el chiste fácil de las conversaciones entre amigos, en una fiesta inocua; el humorismo, como en Jonathan Swift, es una de las creaciones del intelecto y la astucia que permiten al hombre acceder al conocimiento del ser, pues la risa hace de la investigación humana algo más blando y manejable. Aquí, me gustaría añadir, tal vez un poco con calzador, las palabras que RAF dedicó al enorme poeta Otto-Raúl González (1921-2007), refiriéndose a “que nunca en un continente trágico y solemne ha perdido el sentido del humor, (y) que escribe a veces con aires de fina y elegante ironía”[1]. Es por ese sendero, quizá, por donde más convenga entrar a este bosque encantado y encantador.

A manera de conclusión, El bosque de los prodigios, muestra lo que posiblemente sea la mejor faceta de nuestro autor, la del narrador fantástico y de ingenio. El propio RAF ha afirmado en más de una ocasión que, de su trabajo literario, el género fantástico es el que él prefiere. Siendo así, que sirva este breve comentario como una invitación al viaje, a través de esta floresta de prodigios sin igual, y si al lector le gusta la experiencia, deseará acudir al resto de la obra fantástica de RAF, afortunadamente reunida bajo el título de Fantasías en Carrusel, en dos volúmenes, así como al libro-hermano del que nos ocupa: Los animales prodigiosos.



 
 


[1] René Avilés Fabila. “Homenaje en Bellas Artes a Otto-Raúl González”, en: Universo del Búho. México, año 8, num. 87, julio de 2007.


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