noviembre 22, 2007

Contra_Pascal

(Subtítulo: ...y algunos otros)


Recientemente visité el blog del maestro Bernardo Ruíz (ruix.blogspot.com), y en la entrada más reciente (sobre los narradores) dejé un pequeño comentario, con un poco de veneno.

El Ruíz escribe un poco sobre la importancia que puede tener un taller literario, cuando éste no se convierte en un club de elogios mutuos, y yo, con mi acostumbrado poco tacto y exacerbación de Anima y Sombra (ver. Jung y sus amigos: El hombre y sus símbolos), pregunté si acaso lo decía por el taller que coordina (o algo) el señor H. Pacal, el taller de los Goliardos, ese grupo de onanistas que se devuelven el favor. Sólo era un comentario un tanto insulso, pero lleno de profundidad, y mi maestro Bernardo tuvo al amable gesto de dedicarme unas breves palabras, instándome a escribir una diatriba (crítica violenta) contra Pascal, con la base de que él, Ruíz, no está en contra de atacar así, de frente, duro y al cerebro.

Una larga diatriba es algo bastante penoso para mí, pues carezco de la objetividad que el caso requiere, pero siendo la subjetividad lo más objetivo que hay en este pequeño mundo, seré subjetivo, e intentaré hacer algo al respecto.

En el subtítulo de esta entrada digo que el ataque va, también, contra algunos otros; en especial, contra Alfonso Franco, ese genio incomprendido, adorado por los darkies de fácil adoración y elogio ligero. No es casualidad que el propio Franco terminara escribiendo una sección literaria en el pasquín DARK, que se vende a precio de revista cada mes (un fraude, pero quien lo pague, se lo merece), y que contempla diversos ámbitos de la llamada escena oscura, o Goth - Death Rock como anuncian sus titulares.

Veamos que dice Pascal de este pupilo suyo:

"Alfonso Franco, uno de los autores más talentosos de su generación (y yo decía que los darkies, darketos, góticos o como quieras llamarlos tú, eran de elogio ligero) ... ha logrado lo que pocos narradores de las últimas décadas en lengua castellana pudieran alcanzar: una renovación de los géneros". Los paréntesis son míos, evidentemente.

Es curioso leer esto, pues se parece mucho a los comentarios que el mismo Pascal hace con respecto a varios otros escritorsuelos, como Juan Hernández Luna, Elizabeth Soriano, Ana Soto, Mauricio López, et al, todos ellos salidos del mismo taller que Franco, y que casualmente es el mismo que Pascal coordina. Y es también muy parecido a los elogios que da a personalidades más importantes, como GH Porcayo, Armando Vega-Gil, Taibo II. (Para más comentarios de esta clase, lea, pero no diga que no se lo advertí, el libelo: Creaturas del Abismo, de Goliardos y Azoth, en asociación con el IPN -que demuestra otra vez no tener la menor noción de lo que es literatura- y la Universidad del Altiplano).

Veamos algunas anécdotas.

Cierta persona, a quien llamaré Christiana Walz, participó un tiempo en ese taller. Un día llega Pascal y lee algunos fragmentos poéticos que dejaron asombrados a todos, incluído el vapuleado Alfonso Franco. Pascal preguntó si sabían qué era eso, pero nadie respondió. Cuando Pascal iba a comenzar a discurrir, Christiana Walz levantó la voz, y dio la ficha técnica, palabras más palabras menos dijo: es Mario Benedetti, y se trata del poema tal, que apareció en tal libro originalmente. No recuerdo los datos específicos, no es algo que me importara mucho en ese momento, y como hace dos años que no hablo con Christiana Walz, y casi tres que no hablo con ella de temas literarios, los nombres y números se han desvanecido de mi cabeza.

Pascal, poco después, sacó a Christiana Walz de su taller, al considerarla demasiado técnica y poco apasionada (muy borgiana, quizás), y más que una escritora, una enciclopedia (muy borgiana, quizás). Christiana Walz estaba más que contenta de abandonar a Gorgias, digo, a Pascal, para ingresar en el taller de Alberto Chimal. Las diferencias son notables.

Mi caso particular es gracioso. Pascal se enojó mucho, creo que tuvo un paro cardiorespiratorio mientras hablábamos. Le mencioné la plaqueta de Goliardos donde aparecieron textos de Poppy Z. Brite, y le hice ver que ella es mejor escritora que cualquiera de los chicos de su taller. Carente de argumentos (al menos, no los mostró), defendió a capa y espada a sus azothados muchachos, pues la Poppy, como tampoco Christa Faust o Kevin Andrew Murphy, ha publicado nunca ni en Azoth ni en Goliardos texto salido del taller pascaliano. Y dijo, además, que sus muchachos pueden competir con cualquier autor del mundo (a los que llamé internacionales, por ser leídos en países diferentes al suyo propio, en contraste con los autores locales, que sólo son leídos en el Tianguis Cultural del Chopo).

Había pensado en entrar a su taller, pero como no estaba dispuesto a elogiar cosas cuestionables, la cultura nacional es demasiado onanista y eso me causa arcadas, no me fue permitido ni siquiera permanecer en la lista de correo electrónico del taller, donde a los pocos días de ingresar fui banneado (es decir, borrado), con el pretexto de que dije una blasfemia; a saber: no hay escritores novedosos, todo ha sido dicho ya, lo importante no es ser novedoso, sino ser interesante, decir lo mismo pero de un modo que resulte atractivo. Pero claro, los de Goliardos y los de Azoth SÍ son novedosos y originales, y yo no pude verlo. Mea Culpa.
Lo anterior no es exclusivo de este grupo (ni en eso resultaron originales). El onanismo es una práctica común entre los "artistas" de nuestra tradición hispano y latinoamericana. Recordemos el caso de Octavio Paz y sus seguidores (pues no tuvo amigos, cosa bien sabida, sino servidores). Y, más recientemente, con García Márquez: en la edición que conmemora 40 años de la publicación de Cien años de soledad, podemos leer textos de Álvaro Mutis y Carlos Fuentes (entre otros) que se dedican exclusivamente a brindar elogios fáciles y "correctos" a la obra del Gabo... o más bien, a su persona.

Después de todo el veneno, diré la crítica constructiva: el problema con estos escritores (los de Pascal) es que se empeñan en relatar historias demasiado oscuras, con mucha sangre, robots, vampiros, mujeres fatales, sexo, hadas y demás fauna. No que eso esté mal; en absoluto lo está. No obstante, la verdadera literatura es la que emerge de la coherencia del autor con su deseo (llamémosle así, deseo), su deseo de escribir. Si no se escribe lo que realmente se QUIERE escribir, se corre el riesgo de hacer relatos por encargo o por obligación. Sólo porque entre los góticos esté de moda el negro y los chupadores de sangre, no significa que debas seguir el mismo camino, total, Poe, Lovecraft, Stocker y unos más, ya lo agotaron, pues hay muchos más lectores además de los quinceañeros jugadores de Vampiro la Mascarada. Y no a todos los que nos gusta la fantasía nos enloquece Tolkien, por ejemplo (yo particularmente prefero a Margaret Weis, Tracy Hickman y Tad Williams.), ni a los que nos agradan los vampiros nos mata Anne Rice (yo prefiero a la Poppy Z. Brite, a Sheridan Le Fanu y Thomas Presckett). Claro que escribir temas siniestros es una garantía de que serán leídos y apreciados por cierto púbico, y eso está perfecto si se busca el éxito inmediato y estable. Si lo que se busca es hacer literatura, otro será el rumbo que ha de tomarse. Pregúntenle a Harry Potter.

La literatura, se quiera o no, en México, se encuentra estancada. Los escritores importantes (no los mafiosos, ni los izquierdosos, sino los otros), son los mismos de hace varias décadas: RAF (otro de mis maestros), José Agustín (no estoy seguro de que me siga gustando), Marco Antonio Campos, Bernardo Ruiz, y un puñado más. No hay nuevas propuestas, y lo peor es que parece que, como en el rock, no parece que se pueda generar un cambio en lo próximo. Lo mejor será, como en el rock, hurgar en el subterráneo. Digo, en el de verdad: no en el Chopo, sino en las calles, en los burdeles, en los bares de mala muerte, en los cafés de Lomas de san Lorenzo (allí donde hubo agrietamientos), en los billares donde sobre las mesas hay paquetes de mariguana, en la calle de Delicias.

La pregunta es, ¿habrá algún valiente, en alguna editorial, que se atreva a explorar esos siniestros laberintos, plagados de fantasmas? O, si quieren, lo pongo más fácil: ¿alguien quiere publicar mis obras? Ni siquiera tienen que venir a buscarme, yo voy, yo salgo de esta peligrosa colonia.