junio 17, 2007

Algunas consideraciones heréticas en torno a Kafka

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De la metamorfosis y carta al padre.

Si acostumbráramos un poco más a la honestidad y un poco menos al esnobismo, nadie se asombraría de la afirmación que daré a continuación: La vida de Kafka es más interesante que sus obras.

Con esto no digo que su obra carezca de valor literario, pero sí digo que tiene el mismo valor que tienen por ejemplo el género epistolar, las memorias y el diario íntimo. La obra de Kafka no puede ser leída separada de la vida de Kafka. No voy a ahondar mucho en esto, sólo tomaré como base dos obras suyas: La metamorfosis y Carta al padre.

Los críticos y biógrafos abundan y enfatizan que esta carta a su padre no era un medio para culparlo, sino lo contrario, para afirmar su inocencia al mismo tiempo que la del propio Franz. Eso es exactamente lo que la carta dice en su texto, y los críticos no han querido analizar esas afirmaciones, acaso por miedo a descubrir que ellos también, como Kafka, como casi todo el mundo, odian a su propio padre (en una proporción más o menos igual a cuanto lo aman, no olvidemos el Edipo ni a Freud).

Yo afirmo que odio a mi padre, y no tengo problemas en penetrar más profundamente el pensamiento kafkiano. Carta al padre dice literalmente: “nunca pienso ni en lo más mínimo en una culpa de tu parte”(1), y en los párrafos siguientes, al autor no hace sino indicar el pero que realmente no hacía falta escribir en la línea anterior. Y ese pero se refiere a la falta de muestras de cariño que el padre tuvo con Kafka.

No hace falta ser un amargado (aunque ayuda un poco) para darse cuenta de cómo fluye el rencor y el odio por las palabras de esta carta. “Me encontraba oprimido”, “tú eras la medida de las cosas”, y otras por el estilo. Hay una particularmente, “Sin conocerle (habla del artista Löwy), le comparabas de una forma horrorosa, que yo ya he olvidado, con bichos, y que a menudo tenías automáticamente dispuesto, para gente que yo quería, el refrán de los perros y las moscas”(2). ¿No es esto una muestra clara del germen del que surgiría La metamorfosis?

El padre convertía en un insecto a todo aquello que le parecía inferior a él, o que lo amenazaban quizás, entre ellos a los amigos de Kafka. Él era igual que sus amigos, y ante la mirada paterna no era otra cosa que un bicho, un bicho raro, pero al que nadie nota. Samsa y Kafka es lo mismo.


De Kafka humano.

Yo no admiro a Kafka. Yo no creo que haya sido un autor brillante. Tampoco, y menos aún, un humano excepcional. Era un pusilánime cobarde, que nunca se atrevió a contradecir a su padre.

Réplica: Ningún ser humano es capaz de permitir la absoluta dominación del otro. Podemos dejar que alcance niveles extremos, nunca eternos. Kafka no fue, aunque lo aparentaba muy bien, la excepción. Él mismo creyó que lo era. En su carta al padre viene este estremecedor reclamo: “me negaste la palabra”(3). Se refiere a que cuando el padre hablaba el hijo debía callar, nunca replicar. ¿Qué decía el padre? Se trata de los regaños, insultos y violencias que ejercía contra el joven Kafka. Y él callaba, incapaz de ejercer una defensa. Pero su padre no le negó la palabra, le negó el habla. Kafka enmudecía en presencia del padre, pero gritaba cuando escribía, especialmente esa carta al padre.

La obra de Kafka, al menos en un principio, más que todas las cosas es una réplica a la voz dominante de su padre. Una autoafirmación de lo que soy, lo que quieres que sea, y lo que espero.

Un día Franz Kafka despertó convertido en un repugnante insecto ante la mirada acusadora de su padre. Pero Kafka no se iba a quedar conforme, tenía que vengarse, arrancar aquel excesivo poder que lo oprimía. Su venganza fue bajar a su padre hasta su propio nivel de condenado: “el excluyente sentimiento de culpabilidad del niño (del niño Kafka) ha sido sustituido por la visión de nuestro mutuo desamparo”(4).


Referencias bibliográficas:
(1)Franz Kafka. Carta al padre / Meditaciones y otras obras. EDIMAT Libros. Madrid, 2003. p. 54.
(2)Ibídem. p. 59.
(3)Ibídem. p. 62.
(4)Id.


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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues, agradeciendo lo del comentario de Kafka, y bueno tal vez, si no era muy brillante en cuanto a que no se supo imponer a su padre, pero, ¿no se ha puesto a pensar, que tal vez él mismo, era el candado para consigo, y sólo nombro o categorizo su impotencia de carácter con la palabra Padre?

Digo, existe en el mito fundador de la sociedad de Freud, acerca del parricidio, ese odio por la autoridad, el orden, la guía, etc, etc, pero hombre ¿qué no debemos tener una guía,un padre, para empezar a caminar por si sólos?.......¿y por fin poder volar y ser libres?, ¿cómo se que deseo la libertad sino he experimentado el autoritarismo, como sé que deseo, si no se qué hay más allá de mi horizonte perceptual o conceptual?

Yo creo que Kafka,lo intento, que no le resulto,bueno eso es otro cantar, y prueba de ello, es el mismo Freud y otros tantos autores, que critican a la sociedad, pero antes vivieron y conocieron principios sociales para hacer una crítica; acoto, que no deseo decir que todos sean iguales, pero todos partimos del mismo principio teológico, tal vez: ver, juzgar y actuar.

En fin, cada quien, es eslabón o candado de su humanidad, cada quien construye o destruye de su vida, o como quiera que se quiera ver esta, si es que en verdad la estamos viviendo o sólo es una ilusión de alguien más que sueña con lo que llamamos, "realidad".

Jorge Jaramillo Villarruel dijo...

No sé si anónimo leerá esto. Qué más da.

Una cosa es la función padre de la Teoría Psicoanalítica, como introductor del niño a la cultura, y otra es el padre castrador. Ante tal amenaza, el sujeto queda indefenso, mas no condenado. Pensar que sí, es negar una larga tradición que comienza con Sócrates, pasa por Hegel, tiene su manifestación más gritante en los románticos y en Nietzsche (matar a Dios), y culmina en los sociólogos-psicólogos sociales-y conexos franceses (Foucault, Deleuze, Castoriadis).

Se le ha llamado libertad, determinación, autonomía, en fin. Y para simplificar, ello consiste en esa capacidad que tiene el sujeto para acceder a sí mismo y manejarse a partir de allí mismo (los freudianos le llamaremos deseo, principio del placer, pero cada uno le encontrará el nombre que le parezca más adecuado).

Yo creo que Kafka lo intentó, y se llenó de culpa, y la culpa deviene por haber cometido un pecado, el asesinato del padre. Conclusión: Kafka se liberó de las garras del padre, pero cayó en otras más fuertes: las suyas propias. Conclusión b: Kafka era un pusilánime.

Así que, efectivamente, como dice anónimo, Kafka sólo nombró o categorizó su impotencia de carácter con la palabra Padre. Es aproximadamente lo que yo dije. Sólo me hacía falta salirme de mí mismo para enunciarlo de manera inteligible. Gracias.

Anónimo dijo...

¿Queeeeeeeeeé, osea, que no entendí?.............

¡Changos pardos!, perdón, no creí que mi comentario fuera tan malo, ok....... ni hablar.