junio 28, 2007

[Reflexiones en torno a una mesa de cantina preposhumana-Conversando con William Gibson]

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PLANETA KAFKA presenta:

Enfermos como Colin Laney y la idoru Rei Toei:

«Sentirse en casa es más bien estar lo más lejos posible de nuestro Agujero interior.»

«El amor no es un deseo sexual (que también viene en el paquete), sino una apertura real e inicialmente dolorosa del propio corazón.»

«Cuando amamos a alguien comprendemos que el significado habitual de esta palabra ha cambiado, suplantando todo contenido previo.»

...a la manera de Harwood y el hombre del cuchillo:

"Bohemias. Subculturas alternativas. Fueron un aspecto crucial de la civilización industrial de los últimos dos siglos"
(William Gibson. Todas las Fiestas de Mañana. Minotauro, Barcelona, 2002, p. 249)

Pero las subculturas se han extinguido. Necesitaban tiempo y espacio para sobrevivir. No hay ni tiempo ni espacio para nadie. Y fueron devoradas. Comercializadas.

"Creo en lo que nos trae el momento" (Ibídem, p. 250)

No hay un futuro. No hay un plan de vida. Hay un ahora y un quiero. El deseo y lo que lo rodea. Posibilidades. Y toma de decisiones. Y puede haber un declive de todo lo que uno ama, al tomar las sendas equivocadas. Pero lo que sigue siendo cierto es que más nosotros que las circunstancias, nos colocamos en los lugares en donde estamos cada día.

Atraído por la gravedad de su extrañeza, llevo mi vida por un camino que no es nada fácil, donde todo puede ser perdido. Donde todo puede ser ganado. Donde todo puede simplemente ser y no significar/importar/parecer nada.

junio 26, 2007

Otro cuento de un Hada Amorosa



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Una mujer de ensueño






Me encontré de pronto en una especie de oficina. Tomé asiento en un sillón color beige, en el que una mujer ocupaba el extremo izquierdo. Yo me coloqué junto a ella; había una pequeña columna, de poco más de un metro de altura, que impedía a alguien sentarse en el espacio restante. Otra mujer se acercó; la reconocí: era una cantante pop exitosa, a decir de muchos muy bella y talentosa. Me moví lo más que pude a mi derecha para permitirle sentarse, pero ni así tenía espacio suficiente, y lo que hice fue una suerte de acto circense de poca monta: levante mi pierna derecha por encima de la columna, dejándola en medio de mis piernas; a la cantante le dio risa, se sentó, yo miré sus jeans perfectamente ajustados sobre sus torneadas piernas, me miró, y me compartió de su helado. Era de fresa. Puso un poco sobre su dedo índice, y me permitió lamerlo. Mi lengua rozó ligeramente su piel, y mi labio superior su uña. Puso algo más sobre la punta de mi nariz, y con su dedo arrastró una parte a mi boca, y el resto lo untó sobre mi cara como si fuera crema. Me recosté en el sillón, y acerqué mi cabeza hacia la de ella. Su rostro blanco con dorados, su cabello de un falso rubio, y su sonrisa pequeña y roja quedaron frente a mí, y poco después comenzamos a besarnos. Eran besos apasionados, nuestras lenguas se abrazaban, y la saliva fluía de una boca a la otra. Puse la mano sobre su cabello medianamente rizado, y después de algunos besos en ese tono, nos dimos otros en los labios, más tiernos. Me fijé en la pintura de sus labios, que seguían rojos; no se despintaban y supuse que no manchaban; sus labios eran la cosa más hermosa que hubiera visto en mi vida. Sus manos rodearon mi cuello, y regresamos a nuestras muestras más apasionadas. La secretaria me llamaba por mi nombre notablemente irritada; no me estaba llamando más que para que dejáramos la cantante y yo de hacer eso, pero no le hice caso. Le pidió a la mujer que estaba sentada cerca que nos indicara que allí no era lugar para eso. Supuse que era la oficina de alguna escuela, o del DIF, algún lugar donde podría haber niños, así que fingí que no era lo que parecía, sino que sólo nos abrazábamos. No dije nada, pero traté de decirlo con mi mirada, mis gestos y mi actitud, pero la famosa cantante no estuvo de acuerdo, y volvió a arremeter con esos labios que todavía saboreo.

Cuando ella se levantó para alguna cosa, yo me recosté por completo; no sé de dónde salieron las cobijas, y me di cuenta de que no estaba ya en la oficina, sino en mi cama. Le dije que se acercara, y le hice un lugar junto a mí. Vestía un camisón muy sensual, color violeta, y se sentó sobre la cama, y se acostó, y comenzó a llorar. Se recorrió hacia la parte baja de la cama, y yo deseaba consolarla, amarla para siempre. La computadora estaba tocando música, For the love of your eyes, de la banda post-punk de Suecia, the Leather Nun, una canción hermosa y llena de nostalgia, quizá eso la hizo llorar. Pero en realidad pensé que se trató de arrepentimiento: ella, una famosa cantante, dándose de besos y acostándose con un total don nadie, eso seguro que hace llorar a cualquiera. Pero la llamé cerca de mí, con intención de consolarla, y demostrarle que yo podía ser alguien de importancia en su vida; pensaba pedirle que se casara conmigo y que tuviéramos un hijo. ¡Qué ridículo! La canción terminó, y comenzó un diálogo entre dos personas, una entrevista que tenía que transcribir para mi trabajo, y, ¡maldita sea! Eso me despertó, llevándose para siempre a mi amada de ensueño.

Me di cuenta de que durmiendo escuchaba aquella canción, y que sin duda fue la que motivó el sueño. No me atrevía a abrir los ojos para evitar que la aparición de esa cantante desapareciera por completo, pero la entrevista era tan poco poética que me tuve que levantar a quitarla, asesinando casi por completo los últimos segmentos del sueño. Y ahora, a trabajar, la entrevista espera.



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junio 17, 2007

Algunas consideraciones heréticas en torno a Kafka

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De la metamorfosis y carta al padre.

Si acostumbráramos un poco más a la honestidad y un poco menos al esnobismo, nadie se asombraría de la afirmación que daré a continuación: La vida de Kafka es más interesante que sus obras.

Con esto no digo que su obra carezca de valor literario, pero sí digo que tiene el mismo valor que tienen por ejemplo el género epistolar, las memorias y el diario íntimo. La obra de Kafka no puede ser leída separada de la vida de Kafka. No voy a ahondar mucho en esto, sólo tomaré como base dos obras suyas: La metamorfosis y Carta al padre.

Los críticos y biógrafos abundan y enfatizan que esta carta a su padre no era un medio para culparlo, sino lo contrario, para afirmar su inocencia al mismo tiempo que la del propio Franz. Eso es exactamente lo que la carta dice en su texto, y los críticos no han querido analizar esas afirmaciones, acaso por miedo a descubrir que ellos también, como Kafka, como casi todo el mundo, odian a su propio padre (en una proporción más o menos igual a cuanto lo aman, no olvidemos el Edipo ni a Freud).

Yo afirmo que odio a mi padre, y no tengo problemas en penetrar más profundamente el pensamiento kafkiano. Carta al padre dice literalmente: “nunca pienso ni en lo más mínimo en una culpa de tu parte”(1), y en los párrafos siguientes, al autor no hace sino indicar el pero que realmente no hacía falta escribir en la línea anterior. Y ese pero se refiere a la falta de muestras de cariño que el padre tuvo con Kafka.

No hace falta ser un amargado (aunque ayuda un poco) para darse cuenta de cómo fluye el rencor y el odio por las palabras de esta carta. “Me encontraba oprimido”, “tú eras la medida de las cosas”, y otras por el estilo. Hay una particularmente, “Sin conocerle (habla del artista Löwy), le comparabas de una forma horrorosa, que yo ya he olvidado, con bichos, y que a menudo tenías automáticamente dispuesto, para gente que yo quería, el refrán de los perros y las moscas”(2). ¿No es esto una muestra clara del germen del que surgiría La metamorfosis?

El padre convertía en un insecto a todo aquello que le parecía inferior a él, o que lo amenazaban quizás, entre ellos a los amigos de Kafka. Él era igual que sus amigos, y ante la mirada paterna no era otra cosa que un bicho, un bicho raro, pero al que nadie nota. Samsa y Kafka es lo mismo.


De Kafka humano.

Yo no admiro a Kafka. Yo no creo que haya sido un autor brillante. Tampoco, y menos aún, un humano excepcional. Era un pusilánime cobarde, que nunca se atrevió a contradecir a su padre.

Réplica: Ningún ser humano es capaz de permitir la absoluta dominación del otro. Podemos dejar que alcance niveles extremos, nunca eternos. Kafka no fue, aunque lo aparentaba muy bien, la excepción. Él mismo creyó que lo era. En su carta al padre viene este estremecedor reclamo: “me negaste la palabra”(3). Se refiere a que cuando el padre hablaba el hijo debía callar, nunca replicar. ¿Qué decía el padre? Se trata de los regaños, insultos y violencias que ejercía contra el joven Kafka. Y él callaba, incapaz de ejercer una defensa. Pero su padre no le negó la palabra, le negó el habla. Kafka enmudecía en presencia del padre, pero gritaba cuando escribía, especialmente esa carta al padre.

La obra de Kafka, al menos en un principio, más que todas las cosas es una réplica a la voz dominante de su padre. Una autoafirmación de lo que soy, lo que quieres que sea, y lo que espero.

Un día Franz Kafka despertó convertido en un repugnante insecto ante la mirada acusadora de su padre. Pero Kafka no se iba a quedar conforme, tenía que vengarse, arrancar aquel excesivo poder que lo oprimía. Su venganza fue bajar a su padre hasta su propio nivel de condenado: “el excluyente sentimiento de culpabilidad del niño (del niño Kafka) ha sido sustituido por la visión de nuestro mutuo desamparo”(4).


Referencias bibliográficas:
(1)Franz Kafka. Carta al padre / Meditaciones y otras obras. EDIMAT Libros. Madrid, 2003. p. 54.
(2)Ibídem. p. 59.
(3)Ibídem. p. 62.
(4)Id.


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