“Un día, caminaba por Nube, entre Tormenta y Aguacero, cuando vi a Dios arrinconado como una vieja puta a la que ya nadie coge nunca. Estaba llorando. Cada vez que hay un aborto en la Tierra, Dios llora. Como conozco su cólera e infinita maldad, me alejé pronto de allí.
El día siguiente, a Palacio Celestial llegaron noticias. Un fax de nuestro puesto de observación indicaba que una mujer mexicana de 36 años, violada y embarazada, había tenido al niño, pues ninguna clínica de su comunidad aceptó practicarle un aborto, y su extrema pobreza le impidió viajar a la Capital, donde las clínicas clandestinas abundaban hasta hace unos días. Por supuesto, esta mujer de 36 años no había quedado indemne; tras la violación y el nacimiento del niño a una vida de carencia y sufrimiento, donde no había duda de que moriría dentro de poco tiempo, su mente se volvió la de una niña. Temerosa y llena de rencor, se refugió en el último rincón que le quedaba, la psicosis. Ese día, Dios organizó una fiesta y todos bebieron alegres hasta embrutecerse. Dos o tres angélicas quedaron embarazadas durante la orgía, se decía que había sido el Espíritu Santo”.
Cuando hay un aborto, Dios llora. Cuando nace un niño producto de un embarazo no deseado, y la madre del mismo arruina su vida, ¿Dios se regocija?
No sólo nos robaron el país en el fraudulento 2 de Julio de 2006. No sólo nos impusieron un pedazo de imbécil como presidente. No sólo nos han llenado los corazones de amargura y rencor, y de un odio que clama por salir con las dagas y las escopetas al frente, escupiendo blasfemias y quemando iglesias con fieles adentro. No sólo eso. Ahora, también insisten en que nosotros los de pensamiento libre, sin Dios ni fe, acatemos una regla moral, una disposición no de asamblea sino de congregación religiosa; en suma, insisten en que el aborto siga siendo considerado un delito.
Un partido formado por eunucos y malcogidas no tiene la calidad moral ni ética ni política para dictar nuestras vidas. Ellos que creen aún que el sexo sólo sirve para engendrar más seres humanos (no es que les crea, son unos malditos de doble moral, pero hay que usar sus propios discursos para mostrarles lo estúpido de los mismos), ellos cuyas conciencias descansarán tranquilas incluso al saber que cientos de mujeres arriesgan sus vidas en clínicas clandestinas, ellos que, en suma, son más una secta que un Partido Político, no deben ser escuchados.
Una mujer, católica, evangelista, satanista o atea, tiene el mismo derecho a decidir. Depende de ella, no de una disposición histérica (en un sentido Freudiano), si va a dar a luz a ese niño o no. Yo sé, yo sé, el acceso al placer y al deseo acarrean también una responsabilidad que no todos están dispuestos a afrontar, pero no por eso el resto debe ser medido con la misma vara; y tampoco hay que olvidar que nos guste o no vivimos en un país donde la educación sexual iguala a la legalidad, es decir, que no hay educación sexual en nuestro país. Y aun cuando en algunos espacios existe, aun cuando en cualquier farmacia te venden un condón, no finjamos sorpresa cuando la sociedad señala con mano acusadora al joven, a la muchacha que lo compra, pues eso significa ante los ojos y buenas conciencias que son unos pecadores, sucios, y demás apelativos, y quitarse esa mirada de encima no son fresas con crema; la mirada de nuestra sociedad es pesada y nos forma, y de la misma manera en que esa mirada consigue que muchas parejas prefieran tener relaciones sexuales sin protección antes que exponerse ante esa mirada que acusa y dicta sentencia, también es la mirada, la sociedad mexicana, la responsable (en gran medida) de tantos embarazos y abortos clandestinos. Cuando aprendamos, pero un aprendizaje verdadero, no mamadas, a no discriminar a la persona que accede a su placer, ya no hará falta que se realicen tantos abortos. ¿A qué esperamos?
¿Será necesario decir que las anteriores líneas no son una afrenta contra el derecho de la gente de creer en un dios o en varios dioses? Quizá sobre, pues en realidad sí me cae mal la gente que cree en Dios (aunque hay algunas pocas excepciones).
El día siguiente, a Palacio Celestial llegaron noticias. Un fax de nuestro puesto de observación indicaba que una mujer mexicana de 36 años, violada y embarazada, había tenido al niño, pues ninguna clínica de su comunidad aceptó practicarle un aborto, y su extrema pobreza le impidió viajar a la Capital, donde las clínicas clandestinas abundaban hasta hace unos días. Por supuesto, esta mujer de 36 años no había quedado indemne; tras la violación y el nacimiento del niño a una vida de carencia y sufrimiento, donde no había duda de que moriría dentro de poco tiempo, su mente se volvió la de una niña. Temerosa y llena de rencor, se refugió en el último rincón que le quedaba, la psicosis. Ese día, Dios organizó una fiesta y todos bebieron alegres hasta embrutecerse. Dos o tres angélicas quedaron embarazadas durante la orgía, se decía que había sido el Espíritu Santo”.
Cuando hay un aborto, Dios llora. Cuando nace un niño producto de un embarazo no deseado, y la madre del mismo arruina su vida, ¿Dios se regocija?
No sólo nos robaron el país en el fraudulento 2 de Julio de 2006. No sólo nos impusieron un pedazo de imbécil como presidente. No sólo nos han llenado los corazones de amargura y rencor, y de un odio que clama por salir con las dagas y las escopetas al frente, escupiendo blasfemias y quemando iglesias con fieles adentro. No sólo eso. Ahora, también insisten en que nosotros los de pensamiento libre, sin Dios ni fe, acatemos una regla moral, una disposición no de asamblea sino de congregación religiosa; en suma, insisten en que el aborto siga siendo considerado un delito.
Un partido formado por eunucos y malcogidas no tiene la calidad moral ni ética ni política para dictar nuestras vidas. Ellos que creen aún que el sexo sólo sirve para engendrar más seres humanos (no es que les crea, son unos malditos de doble moral, pero hay que usar sus propios discursos para mostrarles lo estúpido de los mismos), ellos cuyas conciencias descansarán tranquilas incluso al saber que cientos de mujeres arriesgan sus vidas en clínicas clandestinas, ellos que, en suma, son más una secta que un Partido Político, no deben ser escuchados.
Una mujer, católica, evangelista, satanista o atea, tiene el mismo derecho a decidir. Depende de ella, no de una disposición histérica (en un sentido Freudiano), si va a dar a luz a ese niño o no. Yo sé, yo sé, el acceso al placer y al deseo acarrean también una responsabilidad que no todos están dispuestos a afrontar, pero no por eso el resto debe ser medido con la misma vara; y tampoco hay que olvidar que nos guste o no vivimos en un país donde la educación sexual iguala a la legalidad, es decir, que no hay educación sexual en nuestro país. Y aun cuando en algunos espacios existe, aun cuando en cualquier farmacia te venden un condón, no finjamos sorpresa cuando la sociedad señala con mano acusadora al joven, a la muchacha que lo compra, pues eso significa ante los ojos y buenas conciencias que son unos pecadores, sucios, y demás apelativos, y quitarse esa mirada de encima no son fresas con crema; la mirada de nuestra sociedad es pesada y nos forma, y de la misma manera en que esa mirada consigue que muchas parejas prefieran tener relaciones sexuales sin protección antes que exponerse ante esa mirada que acusa y dicta sentencia, también es la mirada, la sociedad mexicana, la responsable (en gran medida) de tantos embarazos y abortos clandestinos. Cuando aprendamos, pero un aprendizaje verdadero, no mamadas, a no discriminar a la persona que accede a su placer, ya no hará falta que se realicen tantos abortos. ¿A qué esperamos?
¿Será necesario decir que las anteriores líneas no son una afrenta contra el derecho de la gente de creer en un dios o en varios dioses? Quizá sobre, pues en realidad sí me cae mal la gente que cree en Dios (aunque hay algunas pocas excepciones).