diciembre 28, 2007

Los cantos del mal olor

Los cantos del mal olor
o
De destripamientos





Ella: Bukowski se destripó y se hizo rico.
Yo: Y se compró un carro de 10.000 dólares.
[Fragmento de una conversación con Araceli]



1

Me reconozco infeliz ante ti, seas quien seas, que no te conozco, y a quien extraño como un infierno. No es la tristeza lo que me embarga, sino la extrañeza de no sentirme triste y abatido como en otros momentos iguales. Qué es lo que siento y lo que soy ahora, eso yo no lo sé. Desamparado, quizá, pero nunca he buscado un padre en las alturas. Perdido; sí, definitivamente estoy perdido. Avergonzado, no tendría de qué. Cansado; sin duda, sería mejor que todo se viniera abajo una noche de éstas. No sé qué es lo que quiero buscar o a qué espero para hacerlo. No sé nada de eso ni de mí, y creo que no me importa. O me importa muy poco. El silencio dentro de mí me parece más importante hoy que la luz y el ruido de todos los lugares que amé y frecuentaba; ruidos y luces que me hicieron feliz un tiempo. Ese silencio que se rompe de vez en vez cuando la vocecilla insistente grita que hay algo que no he completado y que debo descubrir qué es, una vocecilla que suena tan parecida a un graznido malintencionado y lejano. Esa voz que quisiera callar de una vez para siempre, mientras leo, bailo, escribo y canto inmóvil, solitario, mudo, sordo, torpe, desafinado, ciego y casi muerto; mientras bebo agua con hielo a medianoche, a las dos de la mañana, a las tres; mientras imagino que dejar de respirar debe ser parecido a dejar de caminar o a dejar de rascarse la cabeza en público o de tronarse los dedos. Debo reconocer que a veces la tristeza me visita, pero como de pasada, como preparándose para soltar su martillazo fatal, que tanto espero, más por curiosidad que por deseos de morirme. Lo reconozco, pero niego que sea tan desdichado como solía ser o creer serlo hace unos años. Será que la soledad me sienta bien, será que nací para dedicarme a mí mismo, que no sé ser responsable para proteger a nadie; será que gozo tanto de la pena que en el fondo no quiero compartirla con nadie, será que soy demasiado egoísta. No quiero que nadie me entienda; no quiero eso ni nunca lo querré. Prefiero la oscuridad y la sombra, y algunos amigos que no me pidan cuentas; las cuentas me las reservo para cada atardecer, para cada madrugada justo antes de dormir. Cuentas ante el espejo. Me miro reflejado en el vidrio empañado de un baño una noche demasiado fría y tímida para gritarlo. Es malo envejecer. Esos ojos que reflejan aún hoy la luz y que un día te miraron de frente sin vergüenza y con orgullo, recuperan las marcas del pasado que se vuelven evidentes cada hora, cada minuto de tu ausencia que ya se ha prolongado más de un año. Ya sé que no volverás, y así está bien; lo sé ahora y lo supe todo el tiempo. No es que no me duela; es, creo, que ya me habitué. Me gusta eso, el hábito. Fue más complicado los primeros meses, pero hoy sería más complicado que regresaras. No podría soportar tu voz, ni tu cuerpo, ni tus ojos puestos sobre mí. No soportaría que me amaras de nuevo, no soportaría que nadie me amara de nuevo. Para mí, estas marcas que dejaste al irte son sagradas. Y todos los rincones que quedaron vacíos, vacíos se quedarán; así están bien, así debe ser. Incluso estas manos vacías y secas, que tanto lloraron la pérdida de tu piel, secas y vacías quieren quedarse por el resto de sus días. Estas mismas manos que palpan la ventana cuando miro a la calle, donde todo perdió su significado desde aquel día, cuando la ciudad se convirtió en un amenazador laberinto, retorcido y maloliente, habitado por incontables recuerdos sedientos de venganza y olvido. Ríndete. Ríndete, me dicen cuando me atrevo a salir. Pero los ignoro. Los recuerdos son muertos y los muertos no escriben cartas, no cantan, no hablan y no importan. Los muertos no pueden lastimarme. Antes, cuando yo gritaba, las imágenes de ese presente me herían con sus voces y con sus colores brillantes. Ya no hay brillo en el mundo. El sol se ha quedado tras una nube; la luna muestra su cara negra. Cuando grito, el eco calla, nada me perturba. Puedo dormir tranquilo y no soñar. Puedo despertar cada día sin la pesadez de los símbolos imaginarios revoloteando como hacían hace unos años. Es mejor así, con sólo las umbrías canciones fúnebres y su música de cuerdas, y el viento del otoño que se quedó encerrado en mi cuarto y que no se ha marchado en años. Quiero gritar como un rugido callado y un edificio derrumbado. Quiero quitarme de encima el polvo acumulado la noche anterior. El polvo amarillo y salvaje de la memoria. Quiero borrarme por completo, devorarme yo mismo, enterrarme en una fosa vacía, cubrirme con sábanas de tierra y líquenes fríos, bajo la lluvia y los desastres naturales a que soy tan propenso, como la primera vez que te dije «te amo» con todas las consecuencias que acarreó. Quiero desarmarme como un maniquí, perder la cabeza, las manos y los ojos; quiero perder los dientes y las uñas que tanto tienen de ti. Desvanecerme en el silencio y en la penumbra donde no existen los nombres ni las culpas ni los reproches. Flotar entre nubes y bolas de fuego y gas en la negrura que se alza por encima de mis más altos deseos, y que no quede ni el recuerdo de los recuerdos, ni los ecos lejanos de ningún sueño. Perder la forma, la materia, el alma. Y yacer eternamente a la deriva entre los mundos y lunas allá, afuera, lejos, donde no hay nada de ti. Pero en lugar de eso, me miro al espejo y pienso que es malo envejecer. Y veo mi propia imagen multiplicada mil veces en los ojos de este extraño solitario en el vidrio frente a mí. Y me entran unas ganas enormes de arrojarme al lodo, de revolcarme entre la inmundicia y la escoria. De abrir la boca y devorar la mugre y llenarme de miedo y cosas negras y grises, y reaparecer entre los hombres como un criminal. Pintar toda la ciudad de un blanco absoluto y aparecer con harapos oscuros y manchas de suciedad humana a embarrarlo todo. Y anunciar que ya no te amo más a los cuatro destinos del planeta. Quiero gobernar la mentira y las apariencia, y las cuatro paredes que me rodean y que no me ven salir en días. Quiero que nunca nadie más me ame, ni amar a nadie nunca más.


2

Quiero que mi cuerpo vuelva a diluirse en otro cuerpo, en un cuerpo de una mujer de madera, astillas y escamas. Revolcándose entre la arena de los descansos y días verdes. Hasta que mi sangre también llegue a la dilución con sus besos y su aliento amargo, como una floresta que muere en un incendio. Entonces, quiero hacerme un hoyo en la carne para que fluya por allí la sangre; enredarme en el agua turbia de un pantano y atraer a los tiburones que como un solo gran tiburón acaben por devorar este corazón. El agua oscura va a entrar en mí, y yo me convertiré en un monstruo cruel y vagaré sin hogar, hacia el paraíso que quiero contaminar de enojo. Haré el frío mientras camino solo. Los recuerdos serán quemados en los hornos de la memoria. No quiero arrepentirme de nada y no quiero tener nada que perder. Quiero aullarle a la luna una noche de éstas, y manchar mi hocico con la sangre limpia de los mortales, y enterrar mis garras en los músculos de aquellos que sonríen, extender las alas y elevarme hacia la opaca iluminación de una luna demasiado cansada. Dicen que hay un castillo de ónice en su cara invisible, elevado entre montañas de escombros y robles petrificados. Allí, seguro hay silencio, y podré dormir sin escuchar las voces detrás de la puerta.


3

Por las tardes me dan ganas de inyectarme algo. Tengo en este pequeño vial un negro en forma líquida; me lo inyecto y mi sangre pierde el color. Tengo este otro vial con azul también líquido. Mi sangre se hará noble, pero venenosa. Y cuando sea de noche, saldrá a vagar por allí, llevando a mi cuerpo a que retoce en las charcas infectas y podridas. Pero en este momento, siento que muy lejos, dentro de mí, se libra una guerra terrible. El corazón, el cerebro, el hígado, los riñones, la mierda, discuten sobre cuál es más importante en su función. El corazón deja de palpitar y siento un desmayo; el cerebro se desconecta y me viene así de pronto una alegría inmensa; el hígado se va a descansar y me retuerce todo; los riñones se van a huelga y siento inundaciones; la mierda se niega a partir, y de pronto, como si de la nada, me siento más y más pesado. El aliento cambia. Hasta la mirada cambia y el mundo se ve un poco más sucio que de costumbre, y huele peor. Pero sigo adelante con mi plan de ennoblecer mi sangre, y cuando los primeros rayos de la luna se asoman, yo ya estoy nadando entre los renacuajos, golpeando las puertas de las cámaras oscuras, llevado al límite, dragándome a mí mismo. En el agua negra veo un rostro; me veo como nunca me vi antes, retratando todos los traumas y degeneración y los dolores sufridos, y veo que nunca fui libre. Tomo una rama y me golpeo hasta romperme los ojos, y veo ciego manar el azul de la sangre, que se revuelve con algunos pensamientos que accidentalmente escaparon por el mismo agujero. Y pienso, la muerte es azul, la muerte es el espeso azul del firmamento nocturno, y el llanto de la muerte es el murmullo de una lechuza que se lleva una rata entre las garras para devorarla. Me gustaría ser un sapo, que me trituren las mandíbulas de un gato salvaje junto al río en el bosque que una vez visité, cuando todavía quería estar vivo. La brisa de la madrugada sopla y me cobija con su calor helado, hasta que me voy durmiendo y me duermo. En el lado de la realidad en que estoy ahora, veo un campo lleno de rosas salvajes de espinas asesinas. Las moscas y las avispas se encajan y son tragadas con premura. Incluso, escucho los eructos de las flores, y las veo cuando van corriendo a cagar detrás de un arbusto ofendidas por mi lascivia; se han dado cuenta de que están desnudas y de que las observo atentamente. Luego de un rato me aburren y miro a otro lado; una pequeña loma de estiércol, y sobre ella, una margarita blanca y pura hace el amor con un abejorro gordo y dorado. Son felices, y me entran deseos de pisotearlos, pero despierto y ya es de tarde. El charco de ayer se ha secado; aún tengo un renacuajo en la nariz. Luego de aspirarlo, me entran ganas de inyectarme algo. Te hago llorar y me meto tus lágrimas hasta el fondo.


4

La tráquea rota yace sobre el suelo. Las hélices de oxígeno fuera de control. Las nubes del sentido de todo esto muy lejos demasiado pronto. Las venas revientan. Los ríos corren. Hay anuncios de diluvios y ciudades perdidas en televisión durante toda la madrugada. En la garganta los tallos crecen sin flores. Los campos de margaritas se pudren en el invierno que dormita en mi jardín. Un pétalo se cierne sobre tu ojo como un párpado y tus párpados como pétalos caen a la tierra este otoño. No puedo ver bosques por árboles. El veneno se dispara dentro de las arterias. Ahora todo se ha ido al diablo y de regreso otra vez. Los lirios rosados flotan sobre las charcas de primavera donde los enamorados ahogan mutuamente sus dolores. Donde sueñan con el día siguiente. Por mi parte yo me ahogo de otra manera. No es sangre lo que corre por mis venas. En mis venas corre la tristeza. Las guirnaldas avejentadas me coronan. Debería marchitarme como las flores de esta cama. Pero me hago a la mar en barcos vacíos. Un suelo de rosas muertas a tus pies. Llaman a la puerta. La ramera está muerta al igual que el resto de aquellos rostros familiares que dejaron huella de los sinsabores por débiles razones. ¡No me apuntes con ese dedo artrítico! La carne inmóvil trajo toda la desesperación. Estrangulado. Recién nacido. Un leño más al fuego. El pistilo y los filamentos de este clavel se incendian cada nuevo amanecer. Frutos amargos cuelgan de los árboles podridos en mi jardín de oscuro y delicioso desprecio. Un centro traumático. Epicentro. ¿Puedes sentir el terremoto? Sólo es un teatro imaginado y los cuerpos yacen desnudos sobre el escenario porque son cuerpos de madera y plástico aun si respiran. Tócame. Tócame antes del otoño. Antes del otoño. Cinco minutos más y nos vamos al diablo. El deseo es alimento. Mira esa magnifica espalda de porcelana. Sobre su cuerpo de arena las flores de la condena florecen prósperas como un lujo de días pasados llegados a los días presentes. ¿Qué es lo que miras? Mi temor secreto es retirarme a un rincón y abrazarme a mí mismo y hacerme el amor a mí mismo cuando estoy solo.


5

El minúsculo verso que se ha formado en tus labios nunca va más allá de tus sienes tomadas por asalto por mis besos. En estas latitudes sólo hay sangre que fluye roja y amorosa de mis abrazos a tus caricias. Nos hemos encerrado mutuamente entre fiordos y ciénagas grises para devorarnos poco a poco cada noche.


6

Esta mañana, al salir, vi cómo toda la ciudad comenzaba a oxidarse. Cayó una oscuridad que parecía noche. A mi paso, el suelo cambiaba; el concreto se convertía en acero demasiado expuesto al sol y la lluvia; el pavimento parecía disolverse en múltiples tonos ocre. Los edificios parecían bailar en un vaivén de un viento invisible, ramas de una selva demasiado urbana. Los puentes se derrumbaban sobre autos desgastados y rojos. Las formas están quietas, dormidas, altas como hombres. En los callejones cuelgan retratos rotos, despintados por el paso del tiempo. Los vagabundos en las aceras duermen sin darse cuenta del paso de la corrosión sobre sus cuerpos y sus sueños. El cielo parece un mar de sangre. Me aviento de cabeza contra él, entre murmullos que nadie observa. Un barco hundido. Hay un grito en medio de todo eso, un grito que vuela desde la ventana que sale al interior de mí. Ruido de vidrios rotos. Y ese hombre dentro de mi boca que a veces habla cosas de las que yo no sé nada, escapa y me mira por última vez. En los callejones perdidos de la ciudad que cambia en las sombras, se cuentan historias de tragedias que ocurren bajo los puentes. Pequeños cuentos de suicidios y nacimientos terribles. Niños de menta helada se alejan con sonrisas verdes, y se marchan a los días en que los árboles cayeron. El señor elegante de sonrisa de caramelo de rayas blancas bebía agua sobre la mesa en cualquier parte, y murió ahogado. Yo me quiero ahogar con él, con música de saxofones, con olores de perfume fino y sexo barato. Las mortajas corren sucias por los ríos de lágrimas en la ciudad. Hay un aroma de velas muertas. Hay velas muertas marcando el camino a la celebración en la casa de madera donde nunca nadie vivió. Regreso al cuarto de arriba, y a mi paso, la ciudad recupera su luz pero yo me quedo blanco y seco.


7

De pronto la desesperación llega, incisiva y burlona. Es ridículo; casi puedo reír a grito franco. El miedo nunca viene solo, trajo a aquella desdichada. El miedo paraliza y en medio del desespero, el llanto se niega a salir como se niega a marcharse del todo. Vivo rodeado de desesperanza y desconsuelo, de desilusión, amargura y angustia. Todo eso se me ha pegado en la piel, como una costra. Quiero arrancarla de tajo, pero hay un terror casi sagrado sepultado allí. Quiero gritar a pulmón vivo que ya no sé qué hacer, que se me han terminado las opciones, pero no hay voz en mi garganta, sólo hay gemidos y tristeza. Hay frustración y soledad. Tengo miedo de la vida, aun más que de la muerte. Quiero escapar de todo esto, pero también anhelo ganar lo que podría ganar si me quedara. He olvidado cómo tomar decisiones. He olvidado la vida en otra parte. Sólo un poco de agua. Sólo quiero un poco de agua. Un pequeño espacio de mar, guardado para mí.


8

Presiento la existencia de unos labios nuevos, anhelo su frescura. De nuevo corro, brinco, grito y empujo. De nuevo huelo, siento y veo. Tomo el telescopio, el microscopio, hasta el galvanoscopio y sondeo entre mis poros en busca de sonrisas. Detrás del hígado me pareció ver una tormenta con luminosos relámpagos. Junto a mi oreja izquierda, algo pica, y me hace soltar la carcajada. Humedezco mis labios con un beso imaginado y salgo en busca de la vida. Hace un sol tremendo, y casi me derrito de contento cuando me tomaste por el brazo más o menos un segundo y medio. Hay días en que presiento que llevo una cinta de audio en la cabeza. Hoy es uno de esos días. Es parecido a rebobinar la cinta nueve años y reconocer que mucho ha cambiado pero que en general el mundo es el mismo. Escucho voces de jóvenes adolescentes que lo único que quieren es comerse al mundo a enormes bocanadas, y me pregunto qué pasó con esos ánimos. Una década de subidas y bajadas, de mareos y sobresaltos parecían haber mellado sus espíritus. Pero hoy es un día extraño. Hoy esos tres viejos muchachos se reúnen en torno a cualquier cosa, y reconocen que hay algo para ellos en alguna parte, que está allí esperando a que alguien lo tome. Hoy ha sido un día extraño y bueno. Quizá esta noche me acueste temprano y duerma bien. Quizá esta noche me tope de frente con unos labios nuevos que me den de su frescura.


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diciembre 09, 2007

Cuento Novedoso de un Hada Amorosa

Un buen beso


Salimos del Scary Witches, ese siniestro café lleno de alegría y buena música. Caminamos lado a lado por Balderas. Nos despedimos con un abrazo.
   –¿No me dejas darte un beso en los labios? –pregunté.
    Y ella besó mis labios.
   Fue un beso fugaz, suave, tierno. Fue un beso sonriente. No fue un beso de amor.
    Fue un buen beso.


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***

noviembre 22, 2007

Contra_Pascal

(Subtítulo: ...y algunos otros)


Recientemente visité el blog del maestro Bernardo Ruíz (ruix.blogspot.com), y en la entrada más reciente (sobre los narradores) dejé un pequeño comentario, con un poco de veneno.

El Ruíz escribe un poco sobre la importancia que puede tener un taller literario, cuando éste no se convierte en un club de elogios mutuos, y yo, con mi acostumbrado poco tacto y exacerbación de Anima y Sombra (ver. Jung y sus amigos: El hombre y sus símbolos), pregunté si acaso lo decía por el taller que coordina (o algo) el señor H. Pacal, el taller de los Goliardos, ese grupo de onanistas que se devuelven el favor. Sólo era un comentario un tanto insulso, pero lleno de profundidad, y mi maestro Bernardo tuvo al amable gesto de dedicarme unas breves palabras, instándome a escribir una diatriba (crítica violenta) contra Pascal, con la base de que él, Ruíz, no está en contra de atacar así, de frente, duro y al cerebro.

Una larga diatriba es algo bastante penoso para mí, pues carezco de la objetividad que el caso requiere, pero siendo la subjetividad lo más objetivo que hay en este pequeño mundo, seré subjetivo, e intentaré hacer algo al respecto.

En el subtítulo de esta entrada digo que el ataque va, también, contra algunos otros; en especial, contra Alfonso Franco, ese genio incomprendido, adorado por los darkies de fácil adoración y elogio ligero. No es casualidad que el propio Franco terminara escribiendo una sección literaria en el pasquín DARK, que se vende a precio de revista cada mes (un fraude, pero quien lo pague, se lo merece), y que contempla diversos ámbitos de la llamada escena oscura, o Goth - Death Rock como anuncian sus titulares.

Veamos que dice Pascal de este pupilo suyo:

"Alfonso Franco, uno de los autores más talentosos de su generación (y yo decía que los darkies, darketos, góticos o como quieras llamarlos tú, eran de elogio ligero) ... ha logrado lo que pocos narradores de las últimas décadas en lengua castellana pudieran alcanzar: una renovación de los géneros". Los paréntesis son míos, evidentemente.

Es curioso leer esto, pues se parece mucho a los comentarios que el mismo Pascal hace con respecto a varios otros escritorsuelos, como Juan Hernández Luna, Elizabeth Soriano, Ana Soto, Mauricio López, et al, todos ellos salidos del mismo taller que Franco, y que casualmente es el mismo que Pascal coordina. Y es también muy parecido a los elogios que da a personalidades más importantes, como GH Porcayo, Armando Vega-Gil, Taibo II. (Para más comentarios de esta clase, lea, pero no diga que no se lo advertí, el libelo: Creaturas del Abismo, de Goliardos y Azoth, en asociación con el IPN -que demuestra otra vez no tener la menor noción de lo que es literatura- y la Universidad del Altiplano).

Veamos algunas anécdotas.

Cierta persona, a quien llamaré Christiana Walz, participó un tiempo en ese taller. Un día llega Pascal y lee algunos fragmentos poéticos que dejaron asombrados a todos, incluído el vapuleado Alfonso Franco. Pascal preguntó si sabían qué era eso, pero nadie respondió. Cuando Pascal iba a comenzar a discurrir, Christiana Walz levantó la voz, y dio la ficha técnica, palabras más palabras menos dijo: es Mario Benedetti, y se trata del poema tal, que apareció en tal libro originalmente. No recuerdo los datos específicos, no es algo que me importara mucho en ese momento, y como hace dos años que no hablo con Christiana Walz, y casi tres que no hablo con ella de temas literarios, los nombres y números se han desvanecido de mi cabeza.

Pascal, poco después, sacó a Christiana Walz de su taller, al considerarla demasiado técnica y poco apasionada (muy borgiana, quizás), y más que una escritora, una enciclopedia (muy borgiana, quizás). Christiana Walz estaba más que contenta de abandonar a Gorgias, digo, a Pascal, para ingresar en el taller de Alberto Chimal. Las diferencias son notables.

Mi caso particular es gracioso. Pascal se enojó mucho, creo que tuvo un paro cardiorespiratorio mientras hablábamos. Le mencioné la plaqueta de Goliardos donde aparecieron textos de Poppy Z. Brite, y le hice ver que ella es mejor escritora que cualquiera de los chicos de su taller. Carente de argumentos (al menos, no los mostró), defendió a capa y espada a sus azothados muchachos, pues la Poppy, como tampoco Christa Faust o Kevin Andrew Murphy, ha publicado nunca ni en Azoth ni en Goliardos texto salido del taller pascaliano. Y dijo, además, que sus muchachos pueden competir con cualquier autor del mundo (a los que llamé internacionales, por ser leídos en países diferentes al suyo propio, en contraste con los autores locales, que sólo son leídos en el Tianguis Cultural del Chopo).

Había pensado en entrar a su taller, pero como no estaba dispuesto a elogiar cosas cuestionables, la cultura nacional es demasiado onanista y eso me causa arcadas, no me fue permitido ni siquiera permanecer en la lista de correo electrónico del taller, donde a los pocos días de ingresar fui banneado (es decir, borrado), con el pretexto de que dije una blasfemia; a saber: no hay escritores novedosos, todo ha sido dicho ya, lo importante no es ser novedoso, sino ser interesante, decir lo mismo pero de un modo que resulte atractivo. Pero claro, los de Goliardos y los de Azoth SÍ son novedosos y originales, y yo no pude verlo. Mea Culpa.
Lo anterior no es exclusivo de este grupo (ni en eso resultaron originales). El onanismo es una práctica común entre los "artistas" de nuestra tradición hispano y latinoamericana. Recordemos el caso de Octavio Paz y sus seguidores (pues no tuvo amigos, cosa bien sabida, sino servidores). Y, más recientemente, con García Márquez: en la edición que conmemora 40 años de la publicación de Cien años de soledad, podemos leer textos de Álvaro Mutis y Carlos Fuentes (entre otros) que se dedican exclusivamente a brindar elogios fáciles y "correctos" a la obra del Gabo... o más bien, a su persona.

Después de todo el veneno, diré la crítica constructiva: el problema con estos escritores (los de Pascal) es que se empeñan en relatar historias demasiado oscuras, con mucha sangre, robots, vampiros, mujeres fatales, sexo, hadas y demás fauna. No que eso esté mal; en absoluto lo está. No obstante, la verdadera literatura es la que emerge de la coherencia del autor con su deseo (llamémosle así, deseo), su deseo de escribir. Si no se escribe lo que realmente se QUIERE escribir, se corre el riesgo de hacer relatos por encargo o por obligación. Sólo porque entre los góticos esté de moda el negro y los chupadores de sangre, no significa que debas seguir el mismo camino, total, Poe, Lovecraft, Stocker y unos más, ya lo agotaron, pues hay muchos más lectores además de los quinceañeros jugadores de Vampiro la Mascarada. Y no a todos los que nos gusta la fantasía nos enloquece Tolkien, por ejemplo (yo particularmente prefero a Margaret Weis, Tracy Hickman y Tad Williams.), ni a los que nos agradan los vampiros nos mata Anne Rice (yo prefiero a la Poppy Z. Brite, a Sheridan Le Fanu y Thomas Presckett). Claro que escribir temas siniestros es una garantía de que serán leídos y apreciados por cierto púbico, y eso está perfecto si se busca el éxito inmediato y estable. Si lo que se busca es hacer literatura, otro será el rumbo que ha de tomarse. Pregúntenle a Harry Potter.

La literatura, se quiera o no, en México, se encuentra estancada. Los escritores importantes (no los mafiosos, ni los izquierdosos, sino los otros), son los mismos de hace varias décadas: RAF (otro de mis maestros), José Agustín (no estoy seguro de que me siga gustando), Marco Antonio Campos, Bernardo Ruiz, y un puñado más. No hay nuevas propuestas, y lo peor es que parece que, como en el rock, no parece que se pueda generar un cambio en lo próximo. Lo mejor será, como en el rock, hurgar en el subterráneo. Digo, en el de verdad: no en el Chopo, sino en las calles, en los burdeles, en los bares de mala muerte, en los cafés de Lomas de san Lorenzo (allí donde hubo agrietamientos), en los billares donde sobre las mesas hay paquetes de mariguana, en la calle de Delicias.

La pregunta es, ¿habrá algún valiente, en alguna editorial, que se atreva a explorar esos siniestros laberintos, plagados de fantasmas? O, si quieren, lo pongo más fácil: ¿alguien quiere publicar mis obras? Ni siquiera tienen que venir a buscarme, yo voy, yo salgo de esta peligrosa colonia.

octubre 10, 2007

Breviario Subterráneo

Tres breves relatos subterráneos para hacer de tu vida algo más ligero.

Topsy
Solamente las paredes blancas
Me conocen y me platican
Todas las noches
De todos los que han visto llegar hasta aquí
De cuántos
Y de cuáles

–Cuervo de Poe, Paredes Blancas

La encontré vagando temblorosa por los inmensos corredores. Le gusta escaparse de todo aquello que la atemoriza, pues entre paredes blancas no sólo escucha las voces, sino que también las puede ver.



Misa

Era una iglesia muy popular entre caníbales y vampiros. No les importaba tener que escuchar el aburrido sermón y que el sacerdote les hiciera ver que estaban condenados al infierno, así y todo se veían felices y sonrientes. Su momento favorito era cuando el sacerdote repetía las palabras de Jesús: tomad y comed de mi sangre y de mi cuerpo.



Resolución

Why don’t presidents fight the war?
Why do they always send the poor?
–System of a Down, B.Y.O.B

Los presidentes de las grandes naciones se reunieron para discutir sobre la pobreza a nivel mundial, y cómo erradicarla. Al fin hallaron una solución viable, y dieron comienzo a la Tercera Guerra Mundial.


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agosto 31, 2007

André Breton

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Lo encontré en la calle, en uno de sus vagabundeos. Me atrajo su mirada como perdida y encontrada de una sola vez. Se hallaba de pie, frente a una puerta, en un movimiento interrumpido, casi veía la energía motriz disiparse sobre su traje negro.


–Hola –dije.


–¿Cómo te va? –respondió.


–Soy Jorge y un día haré un cuento de esto.


–Yo lo estoy haciendo ahora mismo.


Luego de una breve despedida, seguí mi camino, y él, el suyo, inmóvil y lleno de hermosa violencia.



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agosto 08, 2007

narrativa zoológica



Rusia

Para la mujer gato

Diferente. Con esa palabra puedo explicar la etapa de mi vida que compartí con ella, pues toda ella lo era. Escribía historias crueles, pero era ella muy dulce y amable, sobre todo con los animales, a quienes prodigaba los mayores cuidados y atenciones. Era pequeña de tamaño, se podría decir que evitaba las gotas de lluvia a su antojo. Su voz era una mezcla de juventud y vejez, en el sentido en que la música es una combinación de ritmo y melodía. Hasta su nombre era diferente: Rusia.

Aunque sólo la vi dos veces, tuvimos contacto por una década. En sus cartas me hablaba del Círculo, un lugar fuera del mundo y fuera de la cultura, a donde ella pasaba sus días. Allí nos encontramos las dos únicas veces que estuvimos materialmente juntos. La primera vez corrimos por el Círculo, alrededor del estanque y las vacas que ahí se alimentaban, evitando pisar los caracoles. Nuestros zapatos y pantalones se cubrieron de lodo. En una pequeña elevación saltamos, queriendo volar.

-¿Te conté cuando creí que era pájaro?

-No -respondí-, cuéntame.

-Una vez que vine al Círculo, yo estaba deprimida. Mal, mal. Y me puse a correr. Siempre que corro imagino que huyo del dolor, pero esa vez, sentí que realmente lo dejaba atrás, que corría más rápido que mi cuerpo y yo no era ya yo. Miré las nubes y los árboles, y unos pájaros pasaron volando. Yo ya no era persona, yo estaba segura de que era pájaro, y cuando corrí en el bordo donde saltamos, agité las manos y traté de volar. Estuve en el aire y sentí deveras que volaba, que yo era pájaro, y me sentí feliz. Nunca me había sentido feliz antes, pero supe que era feliz entonces. Luego, mis pies tocaron el suelo, los pájaros se fueron y yo volví a ser persona. La yo que había dejado atrás me alcanzó y como un golpe todo el dolor regresó.

Rusia guardó silencio y la abracé. La noche caía, las nubes corrían, se elevaban. Me sentí triste, en ese lugar fuera del mundo, en plena urbe. Tomé mis manos y las llevé a las manos de Rusia. Le dije: "vámonos", y nos fuimos.

***

Años pasaron. Nos vimos una vez más. Fuimos al Círculo. Llovía, y nos picaron los moscos. En el agua había un envase de agua embotellada nadando a la deriva como un pez de plástico muerto. Nos detuvimos entre unos árboles que enmarcaban pasto, cerros, nubes y los imaginamos cuadros. Ya oscurecía, y esa imagen era hermosa, con todo y las luces de las casas en la lejanía. "No, no son casas", pensé, "son caracoles luciérnaga. Son enormes, lentos y brillantes".

-Escuché un maullido -dijo.

-¿Dónde?

-Arriba -y levantamos la vista-. En una nube.

Rusia me miró y le dí un beso. Rusia habló sobre la tristeza del mundo. La abracé. Rusia.

Después de un rato, corrimos por el círculo salpicando lodo. En el topecito, Rusia tomó impulso y saltó muy alto, agitando sus manos-alas, alcanzando una bandada de pájaros negros que por ahí pasaba. Después de una hora, me marché a casa. Tuve que aceptar que Rusia no volvería.


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julio 09, 2007

Del arte, el cine y algo más

Vacaciones en Silent Hill



¿Qué define al arte? ¿Qué es arte y qué no es? Y de las respuestas que se puedan dar, ¿cuáles son válidas y cuáles no? En concreto, ¿puede un videojuego ser considerado arte? Evidentemente, si se da una respuesta afirmativa, no todos los juegos cabrían dentro de la categoría de artísticos, como sucede con el cine; hay cine comercial y hay cine de arte, aunque todavía no sé quién define los parámetros ni bajo qué argumentos. ¿Cuál es artístico y cuál no entre los filmes de David Lynch, Mario Bava, Tim Burton, Guillermo del Toro, Wes Craven, Ed Wood o Clive Barker?

Ya concretamente con los videojuegos, la primera vez que experimenté la sensación de que lo que tenía en la pantalla era más que simple entretenimiento fue en 1997, con Final Fantasy VII. Recuerdo perfectamente las emociones que me hizo experimentar en diferentes momentos, conforme se desenvolvía la trama. Odié a Cloud Strife, y más tarde se convirtió en mi héroe. Amé a Aerith, y lloré con su muerte. Compartí la sensación de soledad de Vincent con la aparición fugaz de Lucrecia. Sentí la frustración de Cid cuando relataba su sueño frustrado, y me reí de alegría con él cuando al fin lo logró: ir al espacio exterior. En fin, la historia de este maravilloso juego me ha quedado impresa como sucede con los grandes autores (Edgar Poe, Stendhal, Kundera, Quiroga).

Con ello quiero decir que quien siga viendo con ojos malintencionados, y afirme con Roger Ebert que los videojuegos no son arte, una de dos: que se joda o que se tome el tiempo de conocer algo que critica desde su ignorancia.

En el ámbito de los videojuegos de arte, tenemos la serie Silent Hill, sobre todo en los primeros dos lanzamientos. En el juego original, tomas el papel de Harry Mason, un hombre que viaja con su hija a la ciudad turística Silent Hill, sin saber que estaba entrando a la boca del infierno. Cheryl, la pequeña, se pierde, y Harry debe encontrarla, recorriendo las destruidas calles de una solitaria Silent Hill, inhundada de niebla espesa y copos de nieve que caen a deshora. En el segundo, eres James Sunderland, un hombre atormentado que llega a Silent Hill a buscar a su esposa Mary, pues ha recibido recientemente una carta de ella, indicándole que lo espera allí, en su lugar especial, que podría ser el parque o el hotel; sólo que hay un detalle, Mary hace tres años que está muerta, ¿será posible que esté viva, en Silent Hill?

Hasta allí, no es mucha la diferencia entre ambas historias y una historia promedio dentro de la industria del horror (en cualquier medio). Un hombre buscando respuestas en un escenario solitario y melancólico. La diferencia es lo que se plantea en el modo de lograr los objetivos. Como en muchos juegos, los personajes portan armas y luchan contra monstruos. Pero ni Harry ni James son militares y guerreros entrenados, héroes de acción o versiones idealizadas de lo que cada uno desearíamos ser, como sí lo es Lara Croft de Tomb Raider; ambos, y también Heather de Silent Hill 3, y Henry Townshend de Silent Hill 4: the Room, son algo así como arquetipos retorcidos del ser humano común. Ellos se enfrentan a monstruos sin previa anticipación, y sus armas tendrán que ser improvisadas mientras consiguen algo mejor, si es que eso sucede, además los monstruos no son simples bestias que se arrojan sobre ti a cada momento, sino representaciones de la psique de los personajes.


junio 28, 2007

[Reflexiones en torno a una mesa de cantina preposhumana-Conversando con William Gibson]

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PLANETA KAFKA presenta:

Enfermos como Colin Laney y la idoru Rei Toei:

«Sentirse en casa es más bien estar lo más lejos posible de nuestro Agujero interior.»

«El amor no es un deseo sexual (que también viene en el paquete), sino una apertura real e inicialmente dolorosa del propio corazón.»

«Cuando amamos a alguien comprendemos que el significado habitual de esta palabra ha cambiado, suplantando todo contenido previo.»

...a la manera de Harwood y el hombre del cuchillo:

"Bohemias. Subculturas alternativas. Fueron un aspecto crucial de la civilización industrial de los últimos dos siglos"
(William Gibson. Todas las Fiestas de Mañana. Minotauro, Barcelona, 2002, p. 249)

Pero las subculturas se han extinguido. Necesitaban tiempo y espacio para sobrevivir. No hay ni tiempo ni espacio para nadie. Y fueron devoradas. Comercializadas.

"Creo en lo que nos trae el momento" (Ibídem, p. 250)

No hay un futuro. No hay un plan de vida. Hay un ahora y un quiero. El deseo y lo que lo rodea. Posibilidades. Y toma de decisiones. Y puede haber un declive de todo lo que uno ama, al tomar las sendas equivocadas. Pero lo que sigue siendo cierto es que más nosotros que las circunstancias, nos colocamos en los lugares en donde estamos cada día.

Atraído por la gravedad de su extrañeza, llevo mi vida por un camino que no es nada fácil, donde todo puede ser perdido. Donde todo puede ser ganado. Donde todo puede simplemente ser y no significar/importar/parecer nada.

junio 26, 2007

Otro cuento de un Hada Amorosa



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Una mujer de ensueño






Me encontré de pronto en una especie de oficina. Tomé asiento en un sillón color beige, en el que una mujer ocupaba el extremo izquierdo. Yo me coloqué junto a ella; había una pequeña columna, de poco más de un metro de altura, que impedía a alguien sentarse en el espacio restante. Otra mujer se acercó; la reconocí: era una cantante pop exitosa, a decir de muchos muy bella y talentosa. Me moví lo más que pude a mi derecha para permitirle sentarse, pero ni así tenía espacio suficiente, y lo que hice fue una suerte de acto circense de poca monta: levante mi pierna derecha por encima de la columna, dejándola en medio de mis piernas; a la cantante le dio risa, se sentó, yo miré sus jeans perfectamente ajustados sobre sus torneadas piernas, me miró, y me compartió de su helado. Era de fresa. Puso un poco sobre su dedo índice, y me permitió lamerlo. Mi lengua rozó ligeramente su piel, y mi labio superior su uña. Puso algo más sobre la punta de mi nariz, y con su dedo arrastró una parte a mi boca, y el resto lo untó sobre mi cara como si fuera crema. Me recosté en el sillón, y acerqué mi cabeza hacia la de ella. Su rostro blanco con dorados, su cabello de un falso rubio, y su sonrisa pequeña y roja quedaron frente a mí, y poco después comenzamos a besarnos. Eran besos apasionados, nuestras lenguas se abrazaban, y la saliva fluía de una boca a la otra. Puse la mano sobre su cabello medianamente rizado, y después de algunos besos en ese tono, nos dimos otros en los labios, más tiernos. Me fijé en la pintura de sus labios, que seguían rojos; no se despintaban y supuse que no manchaban; sus labios eran la cosa más hermosa que hubiera visto en mi vida. Sus manos rodearon mi cuello, y regresamos a nuestras muestras más apasionadas. La secretaria me llamaba por mi nombre notablemente irritada; no me estaba llamando más que para que dejáramos la cantante y yo de hacer eso, pero no le hice caso. Le pidió a la mujer que estaba sentada cerca que nos indicara que allí no era lugar para eso. Supuse que era la oficina de alguna escuela, o del DIF, algún lugar donde podría haber niños, así que fingí que no era lo que parecía, sino que sólo nos abrazábamos. No dije nada, pero traté de decirlo con mi mirada, mis gestos y mi actitud, pero la famosa cantante no estuvo de acuerdo, y volvió a arremeter con esos labios que todavía saboreo.

Cuando ella se levantó para alguna cosa, yo me recosté por completo; no sé de dónde salieron las cobijas, y me di cuenta de que no estaba ya en la oficina, sino en mi cama. Le dije que se acercara, y le hice un lugar junto a mí. Vestía un camisón muy sensual, color violeta, y se sentó sobre la cama, y se acostó, y comenzó a llorar. Se recorrió hacia la parte baja de la cama, y yo deseaba consolarla, amarla para siempre. La computadora estaba tocando música, For the love of your eyes, de la banda post-punk de Suecia, the Leather Nun, una canción hermosa y llena de nostalgia, quizá eso la hizo llorar. Pero en realidad pensé que se trató de arrepentimiento: ella, una famosa cantante, dándose de besos y acostándose con un total don nadie, eso seguro que hace llorar a cualquiera. Pero la llamé cerca de mí, con intención de consolarla, y demostrarle que yo podía ser alguien de importancia en su vida; pensaba pedirle que se casara conmigo y que tuviéramos un hijo. ¡Qué ridículo! La canción terminó, y comenzó un diálogo entre dos personas, una entrevista que tenía que transcribir para mi trabajo, y, ¡maldita sea! Eso me despertó, llevándose para siempre a mi amada de ensueño.

Me di cuenta de que durmiendo escuchaba aquella canción, y que sin duda fue la que motivó el sueño. No me atrevía a abrir los ojos para evitar que la aparición de esa cantante desapareciera por completo, pero la entrevista era tan poco poética que me tuve que levantar a quitarla, asesinando casi por completo los últimos segmentos del sueño. Y ahora, a trabajar, la entrevista espera.



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junio 17, 2007

Algunas consideraciones heréticas en torno a Kafka

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De la metamorfosis y carta al padre.

Si acostumbráramos un poco más a la honestidad y un poco menos al esnobismo, nadie se asombraría de la afirmación que daré a continuación: La vida de Kafka es más interesante que sus obras.

Con esto no digo que su obra carezca de valor literario, pero sí digo que tiene el mismo valor que tienen por ejemplo el género epistolar, las memorias y el diario íntimo. La obra de Kafka no puede ser leída separada de la vida de Kafka. No voy a ahondar mucho en esto, sólo tomaré como base dos obras suyas: La metamorfosis y Carta al padre.

Los críticos y biógrafos abundan y enfatizan que esta carta a su padre no era un medio para culparlo, sino lo contrario, para afirmar su inocencia al mismo tiempo que la del propio Franz. Eso es exactamente lo que la carta dice en su texto, y los críticos no han querido analizar esas afirmaciones, acaso por miedo a descubrir que ellos también, como Kafka, como casi todo el mundo, odian a su propio padre (en una proporción más o menos igual a cuanto lo aman, no olvidemos el Edipo ni a Freud).

Yo afirmo que odio a mi padre, y no tengo problemas en penetrar más profundamente el pensamiento kafkiano. Carta al padre dice literalmente: “nunca pienso ni en lo más mínimo en una culpa de tu parte”(1), y en los párrafos siguientes, al autor no hace sino indicar el pero que realmente no hacía falta escribir en la línea anterior. Y ese pero se refiere a la falta de muestras de cariño que el padre tuvo con Kafka.

No hace falta ser un amargado (aunque ayuda un poco) para darse cuenta de cómo fluye el rencor y el odio por las palabras de esta carta. “Me encontraba oprimido”, “tú eras la medida de las cosas”, y otras por el estilo. Hay una particularmente, “Sin conocerle (habla del artista Löwy), le comparabas de una forma horrorosa, que yo ya he olvidado, con bichos, y que a menudo tenías automáticamente dispuesto, para gente que yo quería, el refrán de los perros y las moscas”(2). ¿No es esto una muestra clara del germen del que surgiría La metamorfosis?

El padre convertía en un insecto a todo aquello que le parecía inferior a él, o que lo amenazaban quizás, entre ellos a los amigos de Kafka. Él era igual que sus amigos, y ante la mirada paterna no era otra cosa que un bicho, un bicho raro, pero al que nadie nota. Samsa y Kafka es lo mismo.


De Kafka humano.

Yo no admiro a Kafka. Yo no creo que haya sido un autor brillante. Tampoco, y menos aún, un humano excepcional. Era un pusilánime cobarde, que nunca se atrevió a contradecir a su padre.

Réplica: Ningún ser humano es capaz de permitir la absoluta dominación del otro. Podemos dejar que alcance niveles extremos, nunca eternos. Kafka no fue, aunque lo aparentaba muy bien, la excepción. Él mismo creyó que lo era. En su carta al padre viene este estremecedor reclamo: “me negaste la palabra”(3). Se refiere a que cuando el padre hablaba el hijo debía callar, nunca replicar. ¿Qué decía el padre? Se trata de los regaños, insultos y violencias que ejercía contra el joven Kafka. Y él callaba, incapaz de ejercer una defensa. Pero su padre no le negó la palabra, le negó el habla. Kafka enmudecía en presencia del padre, pero gritaba cuando escribía, especialmente esa carta al padre.

La obra de Kafka, al menos en un principio, más que todas las cosas es una réplica a la voz dominante de su padre. Una autoafirmación de lo que soy, lo que quieres que sea, y lo que espero.

Un día Franz Kafka despertó convertido en un repugnante insecto ante la mirada acusadora de su padre. Pero Kafka no se iba a quedar conforme, tenía que vengarse, arrancar aquel excesivo poder que lo oprimía. Su venganza fue bajar a su padre hasta su propio nivel de condenado: “el excluyente sentimiento de culpabilidad del niño (del niño Kafka) ha sido sustituido por la visión de nuestro mutuo desamparo”(4).


Referencias bibliográficas:
(1)Franz Kafka. Carta al padre / Meditaciones y otras obras. EDIMAT Libros. Madrid, 2003. p. 54.
(2)Ibídem. p. 59.
(3)Ibídem. p. 62.
(4)Id.


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mayo 26, 2007

Dos poemas

Carmín Alma

Caminando a tropiezos
perdiéndose de las tardes
con la voz de terremoto
y va cayendo total
mente cansada
hacia lo marginal de los silencios.
De haberse marchado
y sin manchar sus manos
la sangre
sería hoy sólo un carmín.
Entre los silencios
que no hacen
eco en la memoria
del olvidadizo hombre
de un pasado mejor
y más ligero
como una alma en vuelo
y de nubes y gota de tormenta.
Duerme el hombre todo
arista tras arista
hueco lleno de cansancio
y cuestionándose
sin boca
con los ojos negros
sobre la tristeza que cae
gota a gota
en un charco de sus sueños.




Árboles

los árboles
que cuelgan de t
u
pecho yo me
oculto en s
u
sombría
frescura
que no deja que e
l
sol caiga
sobre
m
i
cabeza y
la sangre
hierve olor
a
sal


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abril 29, 2007

"No matarás..."



Sobre el aborto (yo también)


“Un día, caminaba por Nube, entre Tormenta y Aguacero, cuando vi a Dios arrinconado como una vieja puta a la que ya nadie coge nunca. Estaba llorando. Cada vez que hay un aborto en la Tierra, Dios llora. Como conozco su cólera e infinita maldad, me alejé pronto de allí.

El día siguiente, a Palacio Celestial llegaron noticias. Un fax de nuestro puesto de observación indicaba que una mujer mexicana de 36 años, violada y embarazada, había tenido al niño, pues ninguna clínica de su comunidad aceptó practicarle un aborto, y su extrema pobreza le impidió viajar a la Capital, donde las clínicas clandestinas abundaban hasta hace unos días. Por supuesto, esta mujer de 36 años no había quedado indemne; tras la violación y el nacimiento del niño a una vida de carencia y sufrimiento, donde no había duda de que moriría dentro de poco tiempo, su mente se volvió la de una niña. Temerosa y llena de rencor, se refugió en el último rincón que le quedaba, la psicosis. Ese día, Dios organizó una fiesta y todos bebieron alegres hasta embrutecerse. Dos o tres angélicas quedaron embarazadas durante la orgía, se decía que había sido el Espíritu Santo”.

Cuando hay un aborto, Dios llora. Cuando nace un niño producto de un embarazo no deseado, y la madre del mismo arruina su vida, ¿Dios se regocija?

No sólo nos robaron el país en el fraudulento 2 de Julio de 2006. No sólo nos impusieron un pedazo de imbécil como presidente. No sólo nos han llenado los corazones de amargura y rencor, y de un odio que clama por salir con las dagas y las escopetas al frente, escupiendo blasfemias y quemando iglesias con fieles adentro. No sólo eso. Ahora, también insisten en que nosotros los de pensamiento libre, sin Dios ni fe, acatemos una regla moral, una disposición no de asamblea sino de congregación religiosa; en suma, insisten en que el aborto siga siendo considerado un delito.

Un partido formado por eunucos y malcogidas no tiene la calidad moral ni ética ni política para dictar nuestras vidas. Ellos que creen aún que el sexo sólo sirve para engendrar más seres humanos (no es que les crea, son unos malditos de doble moral, pero hay que usar sus propios discursos para mostrarles lo estúpido de los mismos), ellos cuyas conciencias descansarán tranquilas incluso al saber que cientos de mujeres arriesgan sus vidas en clínicas clandestinas, ellos que, en suma, son más una secta que un Partido Político, no deben ser escuchados.

Una mujer, católica, evangelista, satanista o atea, tiene el mismo derecho a decidir. Depende de ella, no de una disposición histérica (en un sentido Freudiano), si va a dar a luz a ese niño o no. Yo sé, yo sé, el acceso al placer y al deseo acarrean también una responsabilidad que no todos están dispuestos a afrontar, pero no por eso el resto debe ser medido con la misma vara; y tampoco hay que olvidar que nos guste o no vivimos en un país donde la educación sexual iguala a la legalidad, es decir, que no hay educación sexual en nuestro país. Y aun cuando en algunos espacios existe, aun cuando en cualquier farmacia te venden un condón, no finjamos sorpresa cuando la sociedad señala con mano acusadora al joven, a la muchacha que lo compra, pues eso significa ante los ojos y buenas conciencias que son unos pecadores, sucios, y demás apelativos, y quitarse esa mirada de encima no son fresas con crema; la mirada de nuestra sociedad es pesada y nos forma, y de la misma manera en que esa mirada consigue que muchas parejas prefieran tener relaciones sexuales sin protección antes que exponerse ante esa mirada que acusa y dicta sentencia, también es la mirada, la sociedad mexicana, la responsable (en gran medida) de tantos embarazos y abortos clandestinos. Cuando aprendamos, pero un aprendizaje verdadero, no mamadas, a no discriminar a la persona que accede a su placer, ya no hará falta que se realicen tantos abortos. ¿A qué esperamos?

¿Será necesario decir que las anteriores líneas no son una afrenta contra el derecho de la gente de creer en un dios o en varios dioses? Quizá sobre, pues en realidad sí me cae mal la gente que cree en Dios (aunque hay algunas pocas excepciones).

abril 27, 2007

Cuento de un Hada Amorosa

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El tercer año

Who thought this could happen to us
When we first went to bed

–Lou Reed, Tatters
And there´s a taste in my mouth as desperation takes hold
Just that something so good just can´t function no more

–Joy Division, Love Will Tear Us Apart



Te conocí en la UAM-X. En segundo trimestre. A los dos meses o poco menos, ya éramos novios. Yo suponía que eras una chica experimentada en el amor, pero me confesaste tu virginidad. El 21 de abril nos fuimos a la cama por primera vez, y para hacerlo especial, nos largamos a Pachuca. Todo el primer año no paró en intensidad y pasión. Era amor. No era otra cosa que amor. Aunque ya son pocos los que creen en él. El segundo año, nuestra relación se relajó bastante; ya no íbamos a la cama tan seguido, no era necesario. Podíamos hacer el amor a través de las palabras, de las miradas y de los besos en la calle. Hacíamos el amor cuando escribíamos cuentos y poemas y nos los regalábamos. Cuando íbamos al cine o a tu casa a ver películas. Comenzamos a hacer planes de vivir juntos después de acabar nuestras licenciaturas, y todo parecía estar bien. El tercer año, que no concluyó, nos fuimos alejando. Ya no íbamos a la cama nunca, ni tampoco me dejabas tocarte, y pronto ya ni siquiera salíamos juntos. Y aquél domingo me dijiste en nuestro parque que hasta allí había llegado todo. Todavía te acompañé cerca de tu casa en la san Rafael por el metro, y después de decirte adiós, di la vuelta y regresé por el mismo camino, hasta Tasqueña, mirando las tiendas a las afueras del metro Xola, donde te acompañé varias veces a comprar algunas cosillas; pasando poco después por General Anaya, donde habíamos estado una hora antes en el parque, que ya no era nuestro parque. Durante meses no pude siquiera mirarte, pero un año después salimos juntos, y no una, tampoco dos, sino tres veces. Traías más maquillaje que de costumbre (y supe que ahora ésa era tu costumbre), y vestías ropas elegantes (que habías dejado de usar durante nuestra relación); en suma, te veías hermosa. Me contaste sobre tu participación con el PAN, y de cómo te diste cuenta de que eran todos ellos unos hijos de puta; y me contaste que te fuiste al PRD, y me burlé de ti porque tú siempre te burlaste de mí y de mi apoyo al Peje. Me llené de celos cuando me hablaste de tu amigo del campamento del PRD, ése que estaba ubicado por Madero y calles aledañas, que antes habían sido nuestras calles. Yo, con todo, trataba de medir el terreno, de saber qué probabilidades tenía de volver a ti, pero me vi obligado a reconocer, no sin un aguijonazo de tristeza, que no había ninguna. No volví a verte o a llamarte. Tú tampoco lo hiciste.


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abril 26, 2007

El Desdichado

Gérard de Nerval, poeta y narrador francés, representante máximo del Romanticismo de su país. El Desdichado (en español el título original) es uno de los sonetos que compone su obra Las Quimeras. He intentado hacer la mejor traducción posible, sin saber gran cosa de francés, así que quizá no esté bien logrado, pero nadie habrá puesto más amor en la traslación de estas desgarradoras líneas.



El Desdichado

(Gérard de Nerval)

Je suis le Ténébreux, – le Veuf, – l’Inconsolé,
Le Prince d’Aquitaine à la Tour abolie:
Ma seule Étoile est morte, – et mon luth constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie.

Dans la nuit du Tombeau, Toi qui m’as consolé,
Rends-moi le Pausilippe et la mer d’Italie,
La fleur qui plaisait tant à mon coeur désolé,
Et la treille où le Pampre à la Rose s’allie.

Suis-je Amour ou Phébus ?… Lusignan ou Biron ?
Mon front est rouge encore du baiser de la Reine ;
J’ai rêvé dans la Grotte où nage la Syrène…

Et j’ai deux fois vainqueur traversé l’Achéron:
Modulant tour à tour sur la lyre d’Orphée
Les soupirs de la Sainte et les cris de la Fée.



El Desdichado

(Traducción hecha por mí mismo, y eso que no sé mucho de francés)

Yo soy el Tenebroso, – el Viudo, – el desconsolado,
El Príncipe de Aquitania de la Torre abolida:
Mi sola Estrella está muerta, – y mi laúd constelado
Porta el Sol negro de la Melancolía.

En la noche de la Tumba, Tú que me has consolado,
Devuélveme el Posilipo y el mar de Italia,
La flor que tanto amaba mi corazón desolado,
Y el jardín donde el Pámpano a la Rosa envolvía.

¿Soy Amor o Febo? ... ¿Lusiñán o Birón?
Mi frente aún sonrojada por el beso de la Reina;
Yo he soñado con la Gruta donde nada la Sirena...

Y dos veces victorioso atravesé el Aquerón:
Alternadamente pulsé en la lira de Orfeo
Los suspiros de la Santa y los gritos del Hada

abril 25, 2007

Sentidos


Giovanni Battista Manerius 

Olfato

Todo comenzó en el microbús. Unos aromas a sándalo alcoholizado y rosas secas llegaron a mi nariz. Los aspiré y fue como una corriente eléctrica. Durante una fracción de segundo viví horas de éxtasis y sensualidad.
Vista

Miré a mi derecha. Era ella una mujer de exquisita belleza. Le calculé unos treinta y cinco años. Tenía el cabello amarrado por el lado izquierdo de su rostro, lo que me impedía verla con detenimiento.
Oído

¿Vamos? Me dijo. Su voz era delicada y cristalina, y ligera como aire de noche.
Tacto

La habitación de luces rojas era fría. La blanca cama era suave. Mis manos rasposas como lijas para madera se posaron sobre sus senos, palpando unos pezones duros que iban en aumento, y recorrieron cada poro de su carne, hasta llegar a su nuca de curvas intrínsecas. Con la lengua la ceñí hasta dejarle mi sello.
Gusto

La sangre había dejado de brotar hacía un rato. Bebí una copa, fresca y tibia. La parrilla ya estaba lista; incluso el pan ya estaba cortado.


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abril 24, 2007

Palabras


Comencemos con un fragmento sinfónico de la más alta manufactura del ruido y la chatarra que [a]tañen [a] la Ciudad...

Palabras

Las palabras corren,
tuercen,
ruedan y se zarandean.
La poesía es una caída acabada.
Las estrellas brillan,
duran,
mueren,
cantan y después de un tiempo se apagan.
Las palabras duran,
mueren,
gritan y nos mantienen despiertos.
El sol,
la estrella,
el agujero negro y la luna son palabras.

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